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lunes, junio 03, 2019

Eucaristía


Eucaristía



De los escritos de Henri Nouwen han sido tomadas estas reflexiones.  

Camino de Emaús  Lc. 24, 13 y ss.
1. Lamentar las perdidas  Penitencial
2. Discernir la presencia   Palabra
3. Invitar al Desconocido  Credo y Ofrenda
4. Entrar en comunión Eucaristía
5. Partir en misión .

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I Perdidas
La vida contiene una innumerable  serie de perdidas; familia, salud, economía, país, perdida de fe.
¿Qué hacemos con nuestras perdidas?
¿Cómo llegamos a la Eucaristía? ¿Qué esperamos?
¿Qué hacer con nuestros resentimiento?
- Cambiar el resentimiento por agradecimiento. Señor, ten piedad.
- Aceptar nuestra realidad  con responsabilidad. Con corazón.
Una  tierra  seca no recibe el agua si no es previamente  roturada.
Para iniciar este encuentro transformador debemos poseer un pequeño  destello de esperanza. “Mi gracia te basta”.

II Presencia
Él, el desconocido, los ha escuchado, ahora ellos escuchan. Les habla de algo que conocen pero habla de una manera diferente. Los hechos nos son tan evidentes como pensamos.
No se niegan los hechos  sino que se ponen en un contexto de esperanza. Y no se trata de recibir un consuelo de circunstancias. ¡Necios!
Confiar, De eso se trata. A veces nos encontramos en la Iglesia sin saber quiénes somos, quien nos ha llamado; distraídos.
Se trata de que arda  nuestro corazón. Si no, mejor, buscarlo en otro lugar. Jesús se une a nosotros pero no lo reconocemos. Es importante vivir el momento, sea cual sea, en intimidad.
El Desconocido tiene un propósito al acercarse, ponernos en contacto con la Palabra, hacerse presente, despertarnos.
La Presencia Eucarística es ante todo una presencia a través de la Palabra. Sin esta presencia no podemos reconocer  la verdadera  historia en que hemos participado, reconocemos al protagonista. Su palabra hará posible reconocerlo en la fracción del Pan.
Atentos, la palabra hoy tiene poco valor, es posible que las palabra de la Eucaristía pasen desapercibidas, no nos sorprenda.
Prestamos poca atención, no nos impresionan ni sorprenden , entonces pierden su carácter sacramental.
La Palabra autentica crea lo que expresa. ¿Cómo viene Dios a mi cuando escucho la Palabra? ¿Me llena de calor, me transforma?
El Poder de la palabra es inmenso, es sanador, carácter sacramental, salvador. La palabra no solo es una experiencia personal, la Palabra de la Eucaristía nos convierte en parte de una gran historia de nuestra salvación. Nos hace parte de la gran historia de Dios.
Nos hacer ser personas agradecidas y como personas agradecidas podemos invitar a la intimidad  de nuestro hogar a aquel que ha hecho arder nuestros corazones.

III  Invitar al Desconocido
Cuando  caminas  con alguien a tu lado abriendo tu corazón a la misteriosa verdad de que tu perdida no es el final, sino un nuevo comienzo, entonces algo sorprendente  puede suceder: la Gloria es la meta.
Nos nace de lo más profundo del corazón el deseo de invitar al amigo Jesús a que  se quede con nosotros. Jesús quiere ser invitado, pero el no impone su presencia.
Por muy interesante y estimulante que nos resulte algún desconocido, si no lo invito a mi casa, en realidad no ocurre nada. Por eso hoy tenemos exceso de información que no aporta nada nuevo y que no suele terminar en encuentro eficaz en la sociedad.
En el encuentro  auténtico hay la posibilidad de una relación transformadora. Por favor  ven a mi casa, pasa, mira donde y como vivo. Esta invitación a venir y ver  marca la diferencia.
Tenemos que atrevernos a decir: confío en ti, me entrego a ti con todo mi ser, en cuerpo  alma Confiar, amar y ser amado.
En torno a la mesa , expresión del misterio de la fraternidad , de la reconciliación y la esperanza. En verdad  les digo que he querido reunirme con ustedes …
La misa  lugar de alegrías y traiciones (amor, odio, indiferencias..) de cariño y desprecios.
Cuando más vulnerables  somos es cuando dormimos o comemos juntos.
Jesús acepta la invitación, se sienta a la mesa. Hay intimidad , amistad, comunidad. Jesús es el invitado de los discípulos , tan pronto como entran  en su casa, s¡ se convierte en anfitrión!

IV Comunión
Es un gesto  cotidiano, de todos los días, es lo obvio… y sin embargo sucede algo único, insólito. Con el pan compartido expresamos comunión, reconocimiento, compromiso.
La Eucaristía es fundamentalmente un gesto humano (Flp 2,6-8) Una mesa, un pan y unos amigos. Cada vez que invitamos  a Cristo a nuestra casa, el nos ofrece el pan y el cáliz, se nos ofrece el mismo diciendo: Hagan esto en  conmemoración mía.
En la Eucaristía Jesús lo da todo. Así  como Dios se nos hace presente  a través de Jesús, así también Jesús se nos hace presente en el pan y en el vino de la Eucaristía.
Dios no solo se encarnó hace muchos años, también se hace alimento y bebida para nosotros en este momento de celebración eucarística, autodonación de Dios que llega a toda la humanidad en el tiempo y en el espacio.
Esto es comunión, hacerse uno con nosotros, el quiere una unión en libertad y amor; ¿me amas? Quiere ser nuestro alimento y bebida cotidiana, en todo momento y lugar.
La Eucaristía es reconocimiento, pero el desapareció. Cuando se hace más presente, es cuando se hace ausente. Ahora, cuando comen el pan que les da, ellos le reconoce; ahora el  habita en ellos, vive realmente en ellos. Se transforman en la vida de El. Es Cristo que vive en ellos.
Supera la amistad superficial, para ser uno con en El en la soledad, la soledad de la fe. Hasta llegar a decir: ¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado? Y continuando : Padre en tus manos  encomiendo mi espíritu.
Comunión es hacerse igual   El Cruz y Reino.
La comunión  crea comunidad, nos hemos convertido en un solo cuerpo, los que  hemos comido su cuerpo y hemos bebido su sangre . La Comunión crea comunidad, porque el Dios que vive en nosotros nos hace reconocer a Dios en nuestros semejantes.
Un cuerpo espiritual: se manifiesta en el perdón, reconciliación, ayuda, solidaridad, tolerancia  hambre de justicia y paz.
La comunión crea la comunidad y lleva a la Misión.


V Partir en Misión
Él está vivo. El miedo se esfuma y se sienten libres para dar testimonio de la resurrección. El final no es la Comunión sino la Misión.
Misión a quienes no nos son totalmente ajenos. No es fácil la misión entre los de la propia casa. Ellos ya conocen la verdad que anunciamos  pero  la comunidad es lugar para que los de casa saquen lo que llevan y compartan. La comunidad  de la fe donde se cuentan muchas historias sobre Jesús.
En la Eucaristía se nos pide que abandonemos la mesa y que vayamos con nuestros amigos a descubrir juntos que  Jesús está realmente vivo y nos llama a todos a formar un nuevo pueblo: pueblo de la resurrección.
La Eucaristía es siempre una misión. De la Eucaristía a la comunión y a la comunidad , y de ésta al ministerio. ¡Cuidado de querer pasar de la comunión al ministerio sin forma comunidad.
Jesús en la noche oraba al padre, en la mañana estaba con sus discípulos y en la tarde  en misión. Son enviados de  dos en dos, en comunidad  para enseñar, curar, animar dar esperanza, testimoniar la fe. Vivir eucaristrcamente con el corazón en ascuas. Ir para hablar del Señor resucitado y recibir el testimonio de los demás- La verdadera misión  es también recibir el testimonio de los que que nos recibe.
Nos agotamos si solo damos y no recibimos el Espíritu a través de a los que somos enviados.
Hay personas que en memoria de Él se reúnen en torno a una mesa y hacen lo que él hizo. Personas que siguen contándose unos a otros historias de esperanza y salen juntas  a ayudar a sus semejantes para llevar una sonrisa, un poco  de esperanza a un niño. Es como la levadura, la pequeña semilla.
La vida es más fuerte que la muerte y el amor más consistente que el miedo. Los hechos nos conducen a la nada, optar por el agradecimiento nos conduce la vida plena.
En la vida eucarística  cualquier cosa que hagamos es una manera de decir: Gracias a aquel que se unió a nosotros en el camino. Los cristianos son los que siguen  en el camino.

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