Pastoral juvenil en la exhortación apostólica postsinodal Chistus vivit
La pastoral juvenil necesita adquirir otra flexibilidad, y convocar a los jóvenes a eventos, a acontecimientos que cada tanto les ofrezcan un lugar donde no sólo reciban una formación, sino que también les permitan compartir la vida, celebrar, cantar, escuchar testimonios reales y experimentar el encuentro comunitario con el Dios vivo. 204.
La Pastoral
juvenil implica dos grandes líneas de acción. Una es la búsqueda, la
convocatoria, el llamado que atraiga a nuevos jóvenes a la experiencia del
Señor. La otra es el crecimiento, el desarrollo de un camino de maduración de
los que ya han hecho esa experiencia. 209.
Saben organizar festivales, competencias
deportivas, e incluso saben evangelizar en las redes sociales con mensajes,
canciones, videos y otras intervenciones. Sólo hay que estimular a los jóvenes y
darles libertad para que ellos se entusiasmen misionando en los ámbitos
juveniles. 210.
El
primer anuncio puede despertar una honda experiencia de fe en medio de un
“retiro de impacto”, en una conversación en un bar, en un recreo de la facultad,
o por cualquiera de los insondables caminos de Dios. 210.
En esta búsqueda se debe privilegiar el idioma de la
proximidad, el lenguaje del amor desinteresado, relacional y existencial que
toca el corazón, llega a la vida, despierta esperanza y deseos. Es necesario
acercarse a los jóvenes con la gramática del amor, no con el proselitismo.211.
El
resultado es que muchos jóvenes se aburren, pierden el fuego del encuentro con
Cristo y la alegría de seguirlo, muchos abandonan el camino y otros se vuelven
tristes y negativos. Calmemos la obsesión por transmitir un cúmulo de
contenidos doctrinales, y ante todo tratemos de suscitar y arraigar las grandes
experiencias que sostienen la vida cristiana. 212.
Cualquier proyecto formativo esté centrado en dos grandes
ejes: uno es la profundización del kerygma, la experiencia fundante del
encuentro con Dios a través de Cristo muerto y resucitado. El otro es el
crecimiento en el amor fraterno, en la vida comunitaria, en el servicio. 213.
Algunos Oratorios y otros centros juveniles, que en muchos casos son el ambiente de amistades y de noviazgo, de reencuentros, donde pueden compartir la música, la recreación, el deporte, y también la reflexión y la oración con pequeños subsidios y diversas propuestas, logran crear un espacio de libertad y participación donde se pueda hacer realidad este estilo de vida. 218.
La experiencia de grupo constituye a su vez un recurso para
compartir la fe y para ayudarse mutuamente en el testimonio. Los jóvenes son
capaces de guiar a otros jóvenes y de vivir un verdadero apostolado entre sus
amigos» [115]. 219.
Siempre atentos a que se aíslen y pierdan todo contacto con las comunidades de parroquias, movimientos y otras instituciones eclesiales. Para ello necesitamos comunidades abiertas, vivas en la fe, deseosas de irradiar a Jesucristo, alegres, libres, fraternas y comprometidas. Estas comunidades pueden ser los cauces donde ellos sientan que es posible cultivar preciosas relaciones. 220.
La escuela necesita una urgente autocrítica si vemos los resultados que deja la pastoral de muchas de ellas, una pastoral concentrada en la instrucción religiosa que a menudo es incapaz de provocar experiencias de fe perdurables. Algunos colegios católicos que parecen estar organizados sólo para la preservación. La fobia al cambio hace que no puedan tolerar la incertidumbre y esto hace que los jóvenes experimenten una insalvable inadecuación entre lo que les enseñaron y el mundo en el cual les toca vivir.
Aun las propuestas religiosas y morales que recibieron no
los han preparado para confrontarlas con un mundo que las ridiculiza, y no han
aprendido formas de orar y de vivir la fe que puedan ser fácilmente sostenidas
en medio del ritmo de esta sociedad. 221.
Muchos jóvenes son capaces de aprender a gustar del silencio y de la intimidad con Dios. También han crecido los grupos que se reúnen a adorar al Santísimo o a orar con la Palabra de Dios. No hay que menospreciar a los jóvenes como si fueran incapaces de abrirse a propuestas contemplativas. Sólo hace falta encontrar los estilos y las modalidades adecuadas para ayudarlos a iniciarse en esta experiencia de tan alto valor. 224.
También
muchos jóvenes se sienten atraídos por la posibilidad de ayudar a otros,
especialmente a niños y pobres. 225.
La cultura en general, el deporte, la música, el teatro las excursiones y peregrinaciones son algunos medios para vivir una pastoral que permita a los jóvenes ser protagonistas, sin olvidar que: la Palabra del Señor siempre viva y eficaz, la presencia de Cristo en la Eucaristía que nos alimenta, y el Sacramento del perdón que nos libera y fortalece. 229.
Es muy importante dar lugar a una “pastoral popular
juvenil”, que tiene otro estilo, otros tiempos, otro ritmo, otra metodología.
Consiste en una pastoral más amplia y flexible que estimule, en los distintos
lugares donde se mueven los jóvenes reales, esos liderazgos naturales y esos
carismas que el Espíritu Santo ya ha sembrado entre ellos. Se trata ante todo
de no ponerles tantos obstáculos, normas, controles y marcos obligatorios a esos
jóvenes creyentes que son líderes naturales en los barrios y en diversos
ambientes. Sólo hay que acompañarlos y estimularlos, confiando un poco más en
la genialidad del Espíritu Santo que actúa como quiere. 230.
Hablamos de líderes realmente “populares”, no elitistas o clausurados en pequeños grupos de selectos. Cuando hablamos de pueblo nos referimos especialmente a una manera de ser que es expresión de que : «El pueblo desea que todos participen de los bienes comunes y por eso acepta adaptarse al paso de los últimos para llegar todos juntos»[125] 231.
Pretender una pastoral juvenil aséptica, pura, marcada por
ideas abstractas, alejada del mundo y preservada de toda mancha, convertimos el
Evangelio en una oferta desabrida, incomprensible, lejana…Así, con la cizaña
que rechazamos, arrancamos o sofocamos miles de brotes que intentan crecer en
medio de los límites. 232.
En el Sínodo se exhortó a construir una pastoral juvenil
capaz de crear espacios inclusivos, donde haya lugar para todo tipo de jóvenes
y donde se manifieste realmente que somos una Iglesia de puertas abiertas. 234.
Salir de nuestras supuestas seguridades. Eso es lo que el Evangelio nos pide ser audaces y queremos serlo, sin presunción y sin hacer proselitismo, dando testimonio del amor del Señor y tendiendo la mano a todos los jóvenes del mundo» [128]. 235.
Los
jóvenes necesitan ser respetados en su libertad, pero también necesitan ser
acompañados. La familia debería ser el primer espacio de acompañamiento. La
pastoral juvenil propone un proyecto de vida desde Cristo: la construcción de
una casa, de un hogar edificado sobre roca (cf. Mt 7,24-25).
Es la comunidad entera la que debe sentirse responsable de acogerlos, motivarlos, alentarlos y estimularlos. Esto implica que se mire a los jóvenes con comprensión, valoración y afecto, y no que se los juzgue permanentemente o se les exija una perfección que no responde a su edad. 243.
Los mismos jóvenes nos describieron cuáles son las
características que ellos esperan encontrar en un acompañante, y lo expresaron
con mucha claridad: «Las cualidades de dicho mentor incluyen: que sea un
auténtico cristiano comprometido con la Iglesia y con el mundo; que busque
constantemente la santidad; que comprenda sin juzgar; que sepa escuchar
activamente las necesidades de los jóvenes y pueda responderles con gentileza;
que sea muy bondadoso, y consciente de sí mismo; que reconozca sus límites y
que conozca la alegría y el sufrimiento que todo camino espiritual conlleva.
Una característica especialmente importante en un mentor, es el reconocimiento
de su propia humanidad. Que son seres humanos que cometen errores: personas
imperfectas, que se reconocen pecadores perdonados. 246.