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viernes, enero 31, 2025

Después de la catequesis ¿Qué?

 


¿Qué hacemos?

Una vez terminado su proceso catequético de iniciación de los adolescentes y jóvenes y adultos, han sufrido una gran desorientación y, en algunos casos, una sensación de abandono, dado que la mayoría de las parroquias no cuentan con un proyecto pastoral donde se contempla la catequesis de adultos ni su salida hacia el futuro, muchos, abandonan la comunidad cristiana, salvo en contados casos en que determinados jóvenes continúan porque, detrás de ellos, hay una comunidad de jóvenes mayores que los ha acogido

Los  grupos que terminan el proceso catequético o acción catequizadora suelen experimentar un gran desconcierto. Bastantes grupos querrían continuar, pero ante la carencia de ofertas parroquiales que canalicen la experiencia de fe vivida en ellos, unos terminan por continuar profundizando el evangelio dominical; otros, algún libro de actualidad; otros grupos tratan de convertirse en una especie de movimiento apostólico, incluso se dan grupos que abordan temas que han sido elaborados para la etapa del primer anuncio y la pre catequesis.

Responsables parroquiales se preguntan: ¿qué aporta la catequesis a la vida parroquial, si todos los esfuerzos catequéticos, sobre todo con adolescentes, no se ven compensados con una posterior incorporación activa a la vida de la comunidad?

En realidad los catequizandos tendrían que ser informados y preparados para el después de la etapa catequética, para la etapa comunitario-pastoral que después van a vivir en la comunidad cristiana.

        No se ha logrado formar unas comunidades juveniles de referencia, antes de lanzarse a la catequesis preconfirmatoria situada en la adolescencia. Por eso, la mayor parte de los esfuerzos en torno a la confirmación no han sido más fecundos: han desembocado en el vacío comunitario. También sucede lo mismo con una catequesis iniciatoria de adultos o de adolescentes-jóvenes, no canalizada después convenientemente en la vida de la comunidad.

Muchas de las experiencias catequizadoras con jóvenes y adultos han abusado de hojas, libros, cuadernos.., han enseñado muchas cosas, pero no han favorecido la experiencia del encuentro con Dios, con Jesús, el Señor, en la fe, que es la base de la iniciación cristiana.

«La experiencia habla claramente del fallo de una catequesis que sólo presenta la experiencia cristiana como debería ser, es decir, en abstracto, sin confrontación visible y constatable con la realidad vivida por la comunidad»

Por lo que respecta a los adolescentes, los encuentros preconfirmatorios a lo más que llegan, quizá, es a que comiencen a descubrir la simpatía por Jesús, que Jesús y su mensaje puede ser interesante para sus vidas; pero no llegan, al menos en un largo período de su catequesis preconfirmatoria, a la experiencia de encuentro con Dios, con Cristo, el Señor.

Parte de nuestros iniciados –recientes y menos recientes– se han marchado de nuestras comunidades parroquiales acaso en busca de experiencias religiosas más profundas, porque en la catequesis de iniciación hemos  destacado la vertiente del compromiso en el campo socio-político o exigencia transformadora de la fe y no hemos favorecido suficientemente ni el encuentro vivo y personal con Jesús, el Señor (la experiencia cristiana), ni les hemos ofrecido con el mismo interés cauces de interioridad, oración, lectura cristiana de la vida, etc.

Sería provechoso que las comunidades cristianas ofrezcan periódicamente a los cristianos ya iniciados unas eucaristías distintas, más reposadas, en las que se pueda comentar en común la Palabra, recitar salmos, cantar recogidamente, etc., como lo deberían haber hecho durante el proceso catequético.

Debemos tener en cuenta con los adolescentes y jóvenes su mundo simbólico-cultural diferente, la calidez de sus grupos de fe, etc., de deben tener celebraciones periódicas pensadas para ellos.

En este sentido, sería de desear y de esperar que los cristianos iniciados en la lectura de los acontecimientos desde claves cristianas pudieran desembocar en grupos de revisión de vida o movimientos apostólicos.

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Pero es muy importante evitar se que la catequesis promueva «un movimiento comunitario paralelo, al margen de nuestras parroquias, sin contribuir a renovarlas, lo que supondría que la catequesis no ejerce su misión de incorporar a los cristianos a la comunidad»

Se debe pensar que es necesario revisar todo el de funcionamiento pastoral: hay que prever salidas, al catecumenado de confirmación, por ejemplo, mediante grupos de fe en los que se realice la educación permanente de la fe, se contrasten las acciones apostólicas llevadas a cabo en el entorno social, se celebre gozosamente la fe y así se colabore al crecimiento de la comunidad parroquial. Esto supondría una preparación de animadores de estos grupos o de otras posibles salidas pastorales.

«No es tarea específica de la acción catequética el promocionar, crear y organizar la vida comunitaria de una Iglesia local» (CC 288). Pero el movimiento catequético no puede abandonar a quienes, una vez iniciados, buscan apoyos comunitarios.

Unas comunidades que siguen, acogen y planifican acciones para quienes terminan su iniciación cristiana, o vuelven a la fe, está suponiendo unas auténticas comunidades propias para tiempos de misión, y la parroquia, institución heredada de la cristiandad, difícilmente puede responder a esa exigencia comunitaria, a no ser que se transforme mucho más de lo que se ha transformado.

Aquellos lugares pastorales en que existen comunidades juveniles asentadas, sean parroquiales o de otro estilo (CVX, Fraternidades marianistas, franciscanas, Movimiento juvenil salesiano, de Juventudes marianas, vicencianas, comunidades de base, neocatecumenales...), son los lugares más indicados desde donde se puede convocar a los adolescentes a la confirmación.

Todavía muchos piensan que «la acción misionera es obra de todos, la acción catequética es obra de los catequistas, y la acción pastoral pertenece a los pastores», esto no responde a una visión actual de la Iglesia evangelizadora. Las tres acciones implican a toda la comunidad cristiana, si bien los grados de responsabilidad en los cristianos pueden variar de unos a otros.

Hay que reconocer que los mismos iniciados en la fe no muestran con frecuencia verdadero interés por poner en marcha o incorporarse a esas plataformas comunitarias: grupos de fe, escuelas bíblicas, grupos de revisión de vida, comunidades eclesiales de base..., solemos decir que por falta de compromiso, pero también escuchamos a algunos que tienen temor de incorporarse a unos grupos más preocupados por el protagonismo y   el cumplimiento que favorecer el encuentro con Jesús y el servicio a los hermanos.

Más que buscar escusas porque las cosas no van , debemos quizás invocar, una vez más, a nuestra debilidad, a nuestra condición de pecado: «llevamos este tesoro en vasijas de barro»? (2Cor 4,7). Es imprescindible una conversión pastoral en toda la Iglesia.

A la hora de intentar poner en marcha la acción pastoral, parece obligado recordar tres principios pastorales:

a)      No hay catequesis sin comunidad. Los catequistas no transmiten lo que se les ocurre. Disponen del mandato de Jesús: «Enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado» (Mt 28,20). Esto Jesús se lo dice a los apóstoles como Iglesia naciente. La comunidad cristiana es el origen de la catequesis. Más aún, «el ámbito normal de la catequesis es la comunidad» Más todavía, «la catequesis es una acción educativa que se realiza desde la responsabilidad de toda la comunidad, en un contexto o clima comunitario referencial, para que los que se catequizan se incorporen activamente a la vida de dicha comunidad» (CAd 126).

b)      No hay comunidad sin catequesis. Desde los comienzos de la Iglesia de Jesús observamos que la predicación apostólica y la catequesis —la escucha de la enseñanza de los apóstoles (He 2,42)— eran uno de los pilares de la comunidad. Esta iba creciendo porque los que se bautizaban —tras haber escuchado y obedecido al evangelio (una vez iniciados) (cf He 2,37-40; 8,4-10)– se agregaban a la comunidad (He 2,41; 8,11-13). La comunidad se reúne en torno a Jesús, y la meta de la catequesis es vincular a los catequizandos con Jesús (cf He 9,5-6).

c)      c) Es incoherente una catequesis de iniciación cristiana si no están proyectados, para después, unos medios que den profundidad y madurez a dicha iniciación. Tanto las pequeñas comunidades eclesiales de base y los grupos de fe, como los cursos teológico-bíblicos, las celebraciones especiales para iniciados etc., pueden —y en algunos casos deben— ser interparroquiales.

Reconocemos al Espíritu Santo, el Espíritu de Dios, como el gran agente de la acción pastoral. Sin él, Dios queda lejos, Cristo queda en el pasado, el evangelio es letra muerta, la Iglesia es simple organización, una dominación la autoridad, una propaganda la misión, una evocación mágica el culto y una moral de esclavos el quehacer cristiano».




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