Hay una inquietud muy sentida entre los que acompañamos a adolescentes y jóvenes en su educación en la fe.
Muchos de los grupos de catequesis de jóvenes y adultos, una vez terminado su proceso catequético, han sufrido una gran desorientación y, en algunos casos, una sensación de abandono, dado que la mayoría de las parroquias no cuentan con un proyecto pastoral que sea de acogida para los adolescente, jóvenes que se inician en la fe y les acompaña en su salida hacia el futuro. No contamos con una praxis pastoral que estimule la pertenencia a la comunidad .
Se ha de evitar el favorecer «un movimiento comunitario paralelo, al margen de nuestras parroquias, sin contribuir a renovarlas, lo que supondría que la catequesis no ejerce su misión de incorporar a los cristianos a la comunidad»
Potenciar de la dimensión comunitaria de la catequesis exige que el itinerario catequístico se tome en serio no solo la preparación sino la mirada hacia donde debe llegar un cristiano adulto en su fe.
Juan Pablo II recalca la conveniencia de las
pequeñas comunidades eclesiales en el marco de las parroquias y no
como un movimiento paralelo que absorba a sus propios miembros; estas «pueden
ser una ayuda notable en la formación de los cristianos, pudiendo hacer más
capilar e incisiva la conciencia y la experiencia de la comunidad y de la
misión eclesial» (ChL 61; DGC 258c).
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