Buscar este blog

sábado, noviembre 15, 2025

Con esperanza

 

En este último domingo del tiempo ordinario, el Evangelio, con un lenguaje especial, apocalíptico, nos invita a ir más allá de las emociones que nos despierta este mundo donde hay tanto desprecio contra el hombre inocente y tantas víctimas escondidas, descartadas como escoria de la sociedad moderna. Un mundo de tantas catástrofes, guerras, migraciones y convulsiones sociales y eclesiales de todo tipo.



Parece que todo se desmorona, al mismo tiempo, en medio de una contradicción que ensalza la vida y la naturaleza. Por un lado, banaliza la vida del inocente, con el aborto y el hambre, e intenta destruir valores que son origen de vida y dignidad, como la familia.
Es importante que mantengamos la capacidad de escucha en el actuar de Dios, en los signos de los tiempos. Veamos la dura realidad desde una presencia activa, desde un actuar esperanzado. No son amenazas que paralizan; es sabiduría de Dios que nos lanzan un grito de confianza y valentía.
Las palabras de Jesús no debemos interpretarlas como un final catastrófico, sino como una llamada a algo verdaderamente nuevo. Siendo conscientes de nuestros problemas, dificultades e inquietudes, busquemos en Jesús de Nazaret la luz y fuerza necesarias para que el momento histórico que nos ha tocado vivir lo afrontemos de manera lúcida y sensata.



La paciencia activa no se agota en la realidad, en la limitación presente. Es la señal, la buena noticia de que el cielo nuevo y la tierra nueva están por venir. Y de ninguna manera la esperanza no se agota en la espera pasiva, ni victimista y mucho menos resignada, sino que urge al compromiso activo.
La historia hay que vivirla con dignidad y fe. El día de Yahvé, de Malaquías, no es el fin de la historia, el final para los que han vivido en la arrogancia, en la injusticia, en la ceguera del poder y la corrupción. Más bien expresa el grito reivindicativo de los que han soportado la injusticia y el oprobio.
No tengamos miedo al futuro; vigilemos.
 

En la segunda lectura, la invitación de Pablo al trabajo refleja una realidad de ciertos grupos en la comunidad primitiva que, desde la fiebre apocalíptica, esperaban el fin del mundo con obsesión, se cruzaban los brazos y se aprovechaban de los sensatos que trabajan con dignidad y responsabilidad. Esto sigue hoy presente en grupos sectarios que, más allá del religioso, embaucan a muchos por nada para su beneficio personal.



El trabajo es participación y colaboración en la actividad creadora de Dios, que ha entregado su obra al hombre para que la continúe en provecho de la humanidad. El trabajo se ordena al servicio del hombre que vive en sociedad. Por mucha riqueza material y progreso técnico que acumulemos, lo más importante es adelantar en la solidaridad, la unión fraterna, la paz y la auténtica libertad. El anhelo de un mundo mejor es lo radicalmente cristiano. Recordemos que Dios es el amigo de la vida y no quiere la muerte del pecador, sino que se arrepienta.

De una manera simbólica, el descanso y el ocio semanales de cada domingo adelantan ya el gozo final de la resurrección con Cristo, y anuncian una vida plena y sin fatiga. El descanso es necesario para reponer las fuerzas, fomentar las relaciones familiares, practicar los deberes religiosos y la convivencia. Hemos de saber combinar el trabajo con la oración.


Así podremos ofrecer a Dios, en la Eucaristía, nuestro pan y nuestro
vino, «fruto de la tierra y del trabajo del hombre». Amén. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por tu participación

Seguidores