Queridos amigos: La Iglesia se prepara para celebrar el
Jubileo Ordinario del año 2025, que estará dedicado a la esperanza. En la bula
de convocación del jubileo, invoqué la esperanza para todos y pedí a todos que
fueran "signos tangibles de esperanza para tantos hermanos y hermanas que
viven en condiciones de dificultad" (n. 10). De hecho, la esperanza nace
del amor y de sentirse amado. Es el amor de Dios el que genera esperanza y el
amor de Dios pasa a través de nuestro amor, como decía el Beato Don Pino
Puglisi: "Dios ama siempre a través de alguien".
La Iglesia de Roma, a través de las parroquias, de las
comunidades religiosas, de las asociaciones, de los movimientos eclesiales y de
las familias, hace mucho para transmitir el amor de Dios, a través de gestos
concretos de caridad (a menudo en silencio), y para generar esperanza en la
vida de las personas: a cada uno renuevo mi profundo agradecimiento.
Así, el bien común, en la base del pensamiento social de la
Iglesia, resume en sí mismo todas las condiciones que garantizan la dignidad
humana que, como he puesto de manifiesto en varias ocasiones, se concreta en
tres derechos inviolables: la tierra, la vivienda y el trabajo.
En vista del jubileo,
he pedido a mi diócesis que dé un signo tangible de atención a los problemas de
la vivienda, para que, junto a la acogida de todos los peregrinos que vendrán,
se activen formas de protección para aquellos que no tienen casa o corren el
riesgo de perderla. En esta perspectiva, quisiera que todas las realidades
diocesanas propietarias de bienes inmuebles ofrecieran su contribución para
frenar la emergencia habitacional con signos de caridad y solidaridad para
generar esperanza en las miles de personas de la ciudad de Roma que se
encuentran en condiciones de inseguridad habitacional.
Las instituciones y las administraciones de diversos
niveles, junto con las asociaciones y los movimientos populares, se están
organizando para reforzar la respuesta de acogida y solidaridad hacia estos
hermanos y hermanas, trabajando en colaboración entre las instituciones y la sociedad
civil, y la Iglesia está llamada a contribuir.
Por eso, pido a todas las realidades eclesiales que hagan un
valiente gesto de amor al prójimo ofreciendo los espacios que tienen
disponibles, especialmente aquellos que tienen facilidades de alojamiento o
apartamentos libres. Las personas a acoger serán seguidas por instituciones y
servicios sociales, mientras que las asociaciones y movimientos populares
proporcionarán servicios personales, actividades de cuidado y bienes
relacionales que contribuyan de manera fundamental a dignificar la acogida y
construir la fraternidad.
Aquellos de vosotros que estéis disponibles para responder a
este llamamiento podéis dirigiros al Vicario General de la Diócesis de Roma, el
Cardenal Baldassare Reina. Os doy las gracias por vuestra generosidad y por
todo lo que ya hacéis para transmitir el amor de Dios y generar esperanza en la
vida de todos y, en particular, de los que más lo necesitan. Os bendigo de
corazón, pidiéndoles que recen por mí.
Fraternalmente FRANCESCO