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sábado, febrero 08, 2025

Hermanos enfermos

 


«La esperanza no defrauda» (Rm 5,5)

y nos hace fuertes en la tribulación

Queridos hermanos y hermanas:

Celebramos la XXXIII Jornada Mundial del Enfermo en el Año Jubilar 2025, en el que la Iglesia nos invita a hacernos “peregrinos de esperanza”. En esto nos acompaña la Palabra de Dios que, por medio de san Pablo, nos da un gran mensaje de aliento: «La esperanza no defrauda» (Rm 5,5), es más, nos hace fuertes en la tribulación.

Son expresiones consoladoras, pero que pueden suscitar algunos interrogantes, especialmente en los que sufren. Por ejemplo: ¿cómo permanecer fuertes, cuando sufrimos en carne propia enfermedades graves, invalidantes, que quizás requieren tratamientos cuyos costos van más allá de nuestras posibilidades? ¿Cómo hacerlo cuando, además de nuestro sufrimiento, vemos sufrir a quienes nos quieren y que, aun estando a nuestro lado, se sienten impotentes por no poder ayudarnos? En todas estas situaciones sentimos la necesidad de un apoyo superior a nosotros: necesitamos la ayuda de Dios, de su gracia, de su Providencia, de esa fuerza que es don de su Espíritu (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 1808).

Detengámonos pues un momento a reflexionar sobre la presencia de Dios que permanece cerca de quien sufre, en particular bajo tres aspectos que la caracterizan: el encuentro, el don y el compartir.

1. El encuentro. Jesús, cuando envió en misión a los setenta y dos discípulos (cf. Lc 10,1-9), los exhortó a decir a los enfermos: «El Reino de Dios está cerca de ustedes» (v. 9). Les pidió concretamente ayudarles a comprender que también la enfermedad, aun cuando sea dolorosa y difícil de entender, es una oportunidad de encuentro con el Señor. En el tiempo de la enfermedad, en efecto, si por una parte experimentamos toda nuestra fragilidad como criaturas —física, psicológica y espiritual—, por otra parte, sentimos la cercanía y la compasión de Dios, que en Jesús ha compartido nuestros sufrimientos. Él no nos abandona y muchas veces nos sorprende con el don de una determinación que nunca hubiéramos pensado tener, y que jamás hubiéramos hallado por nosotros mismos.

La enfermedad entonces se convierte en ocasión de un encuentro que nos transforma; en el hallazgo de una roca inquebrantable a la que podemos aferrarnos para afrontar las tempestades de la vida; una experiencia que, incluso en el sacrificio, nos vuelve más fuertes, porque nos hace más conscientes de que no estamos solos. Por eso se dice que el dolor lleva siempre consigo un misterio de salvación, porque hace experimentar el consuelo que viene de Dios de forma cercana y real, hasta «conocer la plenitud del Evangelio con todas sus promesas y su vida» (S. Juan Pablo II, Discurso a los jóvenes, Nueva Orleans, 12 septiembre 1987).

 2. Y esto nos conduce al segundo punto de reflexión: el don. Ciertamente, nunca como en el sufrimiento nos damos cuenta de que toda esperanza viene del Señor, y que por eso es, ante todo, un don que hemos de acoger y cultivar, permaneciendo “fieles a la fidelidad de Dios”, según la hermosa expresión de Madeleine Delbrêl (cf. La speranza è una luce nella notte, Ciudad del Vaticano 2024, Prefacio).

Por lo demás, sólo en la resurrección de Cristo nuestros destinos encuentran su lugar en el horizonte infinito de la eternidad. Sólo de su Pascua nos viene la certeza de que nada, «ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados, ni lo presente ni lo futuro, ni los poderes espirituales, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra criatura podrá separarnos jamás del amor de Dios» (Rm 8,38-39). Y de esta “gran esperanza” deriva cualquier otro rayo de luz que nos permite superar las pruebas y los obstáculos de la vida (cf. Benedicto XVICarta enc. Spe salvi, 27.31). No sólo eso, sino que el Resucitado también camina con nosotros, haciéndose nuestro compañero de viaje, como con los discípulos de Emaús (cf. Lc 24,13-53). Como ellos, también nosotros podemos compartir con Él nuestro desconcierto, nuestras preocupaciones y nuestras desilusiones, podemos escuchar su Palabra que nos ilumina y hace arder nuestro corazón, y nos permite reconocerlo presente en la fracción del Pan, vislumbrando en ese estar con nosotros, aun en los límites del presente, ese “más allá” que al acercarse nos devuelve valentía y confianza.   

3. Y llegamos así al tercer aspecto, el del compartir. Los lugares donde se sufre son a menudo lugares de intercambio, de enriquecimiento mutuo. ¡Cuántas veces, junto al lecho de un enfermo, se aprende a esperar! ¡Cuántas veces, estando cerca de quien sufre, se aprende a creer! ¡Cuántas veces, inclinándose ante el necesitado, se descubre el amor! Es decir, nos damos cuenta de que somos “ángeles” de esperanza, mensajeros de Dios, los unos para los otros, todos juntos: enfermos, médicos, enfermeros, familiares, amigos, sacerdotes, religiosos y religiosas; y allí donde estemos: en la familia, en los dispensarios, en las residencias de ancianos, en los hospitales y en las clínicas.

Y es importante saber descubrir la belleza y la magnitud de estos encuentros de gracia y aprender a escribirlos en el alma para no olvidarlos; conservar en el corazón la sonrisa amable de un agente sanitario, la mirada agradecida y confiada de un paciente, el rostro comprensivo y atento de un médico o de un voluntario, el semblante expectante e inquieto de un cónyuge, de un hijo, de un nieto o de un amigo entrañable. Son todas luces que atesorar pues, aun en la oscuridad de la prueba, no sólo dan fuerza, sino que enseñan el sabor verdadero de la vida, en el amor y la proximidad (cf. Lc 10,25-37).

Queridos enfermos, queridos hermanos y hermanas que asisten a los que sufren, en este Jubileo ustedes tienen más que nunca un rol especial. Su caminar juntos, en efecto, es un signo para todos, «un himno a la dignidad humana, un canto de esperanza» (Bula Spes non confundit, 11), cuya voz va mucho más allá de las habitaciones y las camas de los sanatorios donde se encuentren, estimulando y animando en la caridad “el concierto de toda la sociedad” (cf. ibíd.), en una armonía a veces difícil de realizar, pero precisamente por eso, muy dulce y fuerte, capaz de llevar luz y calor allí donde más se necesita.

Toda la Iglesia les está agradecida. También yo lo estoy y rezo por ustedes encomendándolos a María, Salud de los enfermos, por medio de las palabras con las que tantos hermanos y hermanas se han dirigido a ella en las dificultades:

Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios;
no deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades,
antes bien, líbranos de todo peligro,
¡oh siempre Virgen, gloriosa y bendita!

Los bendigo, junto con sus familias y demás seres queridos, y les pido, por favor, que no se olviden de rezar por mí.

Roma, San Juan de Letrán, 14 de enero de 2025                               Francisco 

 

viernes, enero 31, 2025

Después de la catequesis ¿Qué?

 


¿Qué hacemos?

Una vez terminado su proceso catequético de iniciación de los adolescentes y jóvenes y adultos, han sufrido una gran desorientación y, en algunos casos, una sensación de abandono, dado que la mayoría de las parroquias no cuentan con un proyecto pastoral donde se contempla la catequesis de adultos ni su salida hacia el futuro, muchos, abandonan la comunidad cristiana, salvo en contados casos en que determinados jóvenes continúan porque, detrás de ellos, hay una comunidad de jóvenes mayores que los ha acogido

Los  grupos que terminan el proceso catequético o acción catequizadora suelen experimentar un gran desconcierto. Bastantes grupos querrían continuar, pero ante la carencia de ofertas parroquiales que canalicen la experiencia de fe vivida en ellos, unos terminan por continuar profundizando el evangelio dominical; otros, algún libro de actualidad; otros grupos tratan de convertirse en una especie de movimiento apostólico, incluso se dan grupos que abordan temas que han sido elaborados para la etapa del primer anuncio y la pre catequesis.

Responsables parroquiales se preguntan: ¿qué aporta la catequesis a la vida parroquial, si todos los esfuerzos catequéticos, sobre todo con adolescentes, no se ven compensados con una posterior incorporación activa a la vida de la comunidad?

En realidad los catequizandos tendrían que ser informados y preparados para el después de la etapa catequética, para la etapa comunitario-pastoral que después van a vivir en la comunidad cristiana.

        No se ha logrado formar unas comunidades juveniles de referencia, antes de lanzarse a la catequesis preconfirmatoria situada en la adolescencia. Por eso, la mayor parte de los esfuerzos en torno a la confirmación no han sido más fecundos: han desembocado en el vacío comunitario. También sucede lo mismo con una catequesis iniciatoria de adultos o de adolescentes-jóvenes, no canalizada después convenientemente en la vida de la comunidad.

Muchas de las experiencias catequizadoras con jóvenes y adultos han abusado de hojas, libros, cuadernos.., han enseñado muchas cosas, pero no han favorecido la experiencia del encuentro con Dios, con Jesús, el Señor, en la fe, que es la base de la iniciación cristiana.

«La experiencia habla claramente del fallo de una catequesis que sólo presenta la experiencia cristiana como debería ser, es decir, en abstracto, sin confrontación visible y constatable con la realidad vivida por la comunidad»

Por lo que respecta a los adolescentes, los encuentros preconfirmatorios a lo más que llegan, quizá, es a que comiencen a descubrir la simpatía por Jesús, que Jesús y su mensaje puede ser interesante para sus vidas; pero no llegan, al menos en un largo período de su catequesis preconfirmatoria, a la experiencia de encuentro con Dios, con Cristo, el Señor.

Parte de nuestros iniciados –recientes y menos recientes– se han marchado de nuestras comunidades parroquiales acaso en busca de experiencias religiosas más profundas, porque en la catequesis de iniciación hemos  destacado la vertiente del compromiso en el campo socio-político o exigencia transformadora de la fe y no hemos favorecido suficientemente ni el encuentro vivo y personal con Jesús, el Señor (la experiencia cristiana), ni les hemos ofrecido con el mismo interés cauces de interioridad, oración, lectura cristiana de la vida, etc.

Sería provechoso que las comunidades cristianas ofrezcan periódicamente a los cristianos ya iniciados unas eucaristías distintas, más reposadas, en las que se pueda comentar en común la Palabra, recitar salmos, cantar recogidamente, etc., como lo deberían haber hecho durante el proceso catequético.

Debemos tener en cuenta con los adolescentes y jóvenes su mundo simbólico-cultural diferente, la calidez de sus grupos de fe, etc., de deben tener celebraciones periódicas pensadas para ellos.

En este sentido, sería de desear y de esperar que los cristianos iniciados en la lectura de los acontecimientos desde claves cristianas pudieran desembocar en grupos de revisión de vida o movimientos apostólicos.

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Pero es muy importante evitar se que la catequesis promueva «un movimiento comunitario paralelo, al margen de nuestras parroquias, sin contribuir a renovarlas, lo que supondría que la catequesis no ejerce su misión de incorporar a los cristianos a la comunidad»

Se debe pensar que es necesario revisar todo el de funcionamiento pastoral: hay que prever salidas, al catecumenado de confirmación, por ejemplo, mediante grupos de fe en los que se realice la educación permanente de la fe, se contrasten las acciones apostólicas llevadas a cabo en el entorno social, se celebre gozosamente la fe y así se colabore al crecimiento de la comunidad parroquial. Esto supondría una preparación de animadores de estos grupos o de otras posibles salidas pastorales.

«No es tarea específica de la acción catequética el promocionar, crear y organizar la vida comunitaria de una Iglesia local» (CC 288). Pero el movimiento catequético no puede abandonar a quienes, una vez iniciados, buscan apoyos comunitarios.

Unas comunidades que siguen, acogen y planifican acciones para quienes terminan su iniciación cristiana, o vuelven a la fe, está suponiendo unas auténticas comunidades propias para tiempos de misión, y la parroquia, institución heredada de la cristiandad, difícilmente puede responder a esa exigencia comunitaria, a no ser que se transforme mucho más de lo que se ha transformado.

Aquellos lugares pastorales en que existen comunidades juveniles asentadas, sean parroquiales o de otro estilo (CVX, Fraternidades marianistas, franciscanas, Movimiento juvenil salesiano, de Juventudes marianas, vicencianas, comunidades de base, neocatecumenales...), son los lugares más indicados desde donde se puede convocar a los adolescentes a la confirmación.

Todavía muchos piensan que «la acción misionera es obra de todos, la acción catequética es obra de los catequistas, y la acción pastoral pertenece a los pastores», esto no responde a una visión actual de la Iglesia evangelizadora. Las tres acciones implican a toda la comunidad cristiana, si bien los grados de responsabilidad en los cristianos pueden variar de unos a otros.

Hay que reconocer que los mismos iniciados en la fe no muestran con frecuencia verdadero interés por poner en marcha o incorporarse a esas plataformas comunitarias: grupos de fe, escuelas bíblicas, grupos de revisión de vida, comunidades eclesiales de base..., solemos decir que por falta de compromiso, pero también escuchamos a algunos que tienen temor de incorporarse a unos grupos más preocupados por el protagonismo y   el cumplimiento que favorecer el encuentro con Jesús y el servicio a los hermanos.

Más que buscar escusas porque las cosas no van , debemos quizás invocar, una vez más, a nuestra debilidad, a nuestra condición de pecado: «llevamos este tesoro en vasijas de barro»? (2Cor 4,7). Es imprescindible una conversión pastoral en toda la Iglesia.

A la hora de intentar poner en marcha la acción pastoral, parece obligado recordar tres principios pastorales:

a)      No hay catequesis sin comunidad. Los catequistas no transmiten lo que se les ocurre. Disponen del mandato de Jesús: «Enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado» (Mt 28,20). Esto Jesús se lo dice a los apóstoles como Iglesia naciente. La comunidad cristiana es el origen de la catequesis. Más aún, «el ámbito normal de la catequesis es la comunidad» Más todavía, «la catequesis es una acción educativa que se realiza desde la responsabilidad de toda la comunidad, en un contexto o clima comunitario referencial, para que los que se catequizan se incorporen activamente a la vida de dicha comunidad» (CAd 126).

b)      No hay comunidad sin catequesis. Desde los comienzos de la Iglesia de Jesús observamos que la predicación apostólica y la catequesis —la escucha de la enseñanza de los apóstoles (He 2,42)— eran uno de los pilares de la comunidad. Esta iba creciendo porque los que se bautizaban —tras haber escuchado y obedecido al evangelio (una vez iniciados) (cf He 2,37-40; 8,4-10)– se agregaban a la comunidad (He 2,41; 8,11-13). La comunidad se reúne en torno a Jesús, y la meta de la catequesis es vincular a los catequizandos con Jesús (cf He 9,5-6).

c)      c) Es incoherente una catequesis de iniciación cristiana si no están proyectados, para después, unos medios que den profundidad y madurez a dicha iniciación. Tanto las pequeñas comunidades eclesiales de base y los grupos de fe, como los cursos teológico-bíblicos, las celebraciones especiales para iniciados etc., pueden —y en algunos casos deben— ser interparroquiales.

Reconocemos al Espíritu Santo, el Espíritu de Dios, como el gran agente de la acción pastoral. Sin él, Dios queda lejos, Cristo queda en el pasado, el evangelio es letra muerta, la Iglesia es simple organización, una dominación la autoridad, una propaganda la misión, una evocación mágica el culto y una moral de esclavos el quehacer cristiano».




viernes, enero 24, 2025

Grupos en la Iglesia

 


Hay una inquietud muy sentida entre los que acompañamos a adolescentes y jóvenes en su educación en la fe.  

Muchos de los grupos de catequesis de jóvenes y adultos, una vez terminado su proceso catequético, han sufrido una gran desorientación y, en algunos casos, una sensación de abandono, dado que la mayoría de las parroquias no cuentan con un proyecto pastoral que  sea de acogida para los adolescente, jóvenes que se inician en la fe y les acompaña en su salida  hacia el futuro. No contamos con una praxis pastoral que estimule la pertenencia a la comunidad .

Se ha de evitar el favorecer «un movimiento comunitario paralelo, al margen de nuestras parroquias, sin contribuir a renovarlas, lo que supondría que la catequesis no ejerce su misión de incorporar a los cristianos a la comunidad»

    Potenciar de la  dimensión comunitaria de la catequesis exige que el itinerario catequístico  se tome en serio no solo la preparación sino la mirada hacia donde debe llegar un cristiano adulto en su fe.

Juan Pablo II recalca la conveniencia de las pequeñas comunidades eclesiales en el marco de las parroquias y no como un movimiento paralelo que absorba a sus propios miembros; estas «pueden ser una ayuda notable en la formación de los cristianos, pudiendo hacer más capilar e incisiva la conciencia y la experiencia de la comunidad y de la misión eclesial» (ChL 61; DGC 258c).


jueves, enero 02, 2025

Un pensamiento cada día

 



1.1 El tiempo es para nosotros un permanente recordatorio de que de que caminamos hacía lo definitivo, pero el paso de lo efímero a lo eterno es fruto de gracia, por eso sólo viviendo en la presencia de quien nos ha  invitado en permanecer unidos a Él por toda la  eternidad, tenemos la oportunidad de renovar todos los días el deseo de plenitud. Amén. 

2.1  La tarea permanente es estar atentos para no desviarse del camino que nos permite ser fieles a la Misión confiada.

3.1  La infancia y la ancianidad son dos etapas del mismo camino. Nunca confundamos el momento con el todo. Cada día es una invitación y una llamada.

4.1 No comenzamos de la nada todos los días, lo vivido permanece y es alimentación para seguir. Hay dos tipos de personas que merecen ese nombre, los que buscan la verdad para seguirla y los sencillos que se dejan sorprender por la verdad y la descubren en los otros y en sí mismos.

5.1  Es muy común pensar que los días en que las cosas no son lo que esperamos, y los problemas, errores y golpes nos derriban, experimentamos momentos de orfandad y aún peor perdemos confianza en nosotros y algunos se siente  castigados o probados, Todo esto es real pero también es real saber que somos dueños de nuestras vidas, la vida no se nos presta, se nos es dada y la fuerza definitiva está en como la asumimos cada día sin rendirnos.

6.1 Las personas son importantes, son parte de nosotros mismos, como vemos   los otros nos vemos a nosotros mismos pero si darnos cuenta. Cuando somos capaz de pensar en los otros más que en nosotros mismos estamos careciéndonos y fortaleceos nuestras vidas.

7.1  Todo pierde brillo con el tiempo y el uso, pero cuando se cuida y se valora lo que se tiene , las cosas mantienen su atractivo.

8.1  Esperar que las cosas vengan solas sirve para lo menos importantes, lo importante sólo tiene plena realización si es acompañado por la elección y la decisión .

9.1 Aceptarse es el principio del cambio.

10.1 Estoy fuertemente impresionado por la experiencia cotidiana de percibir como los grandes valores y principios están en el transfundo de nuestra existencia , pero los afectos, sentimientos, deseos están a flor de piel.

11.1 Nadie puede prever el futuro, el momento presente no define el futuro tampoco, el futuro sin embargo  es frutos de tus acciones y  tus sueños. 

12.1 Hay realidades que no dependen de nuestros deseos y tienen un impacto importante en la vida. Aceptar límites no nos ata, rechazar dones nos empequeñecen.

13.1 Los miedos tienen origen en  nuestras debilidades, y se vencen con decisión y acción.

14.1 Saber esperar es el fruto de la esperanza.

15.1 Contener y avanzar son parte del camino. La característica de un equilibrio sano en la vida se va construyendo en la espera y en el avance. No debe haber impulso sin detenerse ni pausa sin propósito. que no y la pausa .

16.1  La verdad os hará libres. La vida no es sólo materia. Cada uno de nuestros días ha de ser protegido por la verdad. La integridad de la existencia solo puede alcanzarse en la verdad. 

“Si ustedes  permaneciereis en mi palabra, serán  verdaderamente mis discípulos; y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres”. Jn. 8:31-32

17.1 Mantener la mirada fija en ti y en los demás es signo  de decisión de ser auténtico.

18.1 Más allá de lo que ves puede llegar a descubrir lo que esperas. 

19. 1. Tus dones sólo lo son cuando se realizan en los demás.

20.1   Un día en compañía un tiempo de siembra. Caminar juntos no es una necesidad es una condición de ser persona social

21..1 El placer de descubrirse en la lucha y avanzar hacia la meta es una experiencia que motiva y hace más ligera la renuncia,

22, 1 No es nuestra decisión  caminar es nuestra respuesta al impulso que nos mueve. 

23.1 Caminamos para llegar , pero lo más importante es caminar para realizar la vida en servicio..






jueves, diciembre 19, 2024


 

Queridos amigos: La Iglesia se prepara para celebrar el Jubileo Ordinario del año 2025, que estará dedicado a la esperanza. En la bula de convocación del jubileo, invoqué la esperanza para todos y pedí a todos que fueran "signos tangibles de esperanza para tantos hermanos y hermanas que viven en condiciones de dificultad" (n. 10). De hecho, la esperanza nace del amor y de sentirse amado. Es el amor de Dios el que genera esperanza y el amor de Dios pasa a través de nuestro amor, como decía el Beato Don Pino Puglisi: "Dios ama siempre a través de alguien".

La Iglesia de Roma, a través de las parroquias, de las comunidades religiosas, de las asociaciones, de los movimientos eclesiales y de las familias, hace mucho para transmitir el amor de Dios, a través de gestos concretos de caridad (a menudo en silencio), y para generar esperanza en la vida de las personas: a cada uno renuevo mi profundo agradecimiento.

Así, el bien común, en la base del pensamiento social de la Iglesia, resume en sí mismo todas las condiciones que garantizan la dignidad humana que, como he puesto de manifiesto en varias ocasiones, se concreta en tres derechos inviolables: la tierra, la vivienda y el trabajo.

 En vista del jubileo, he pedido a mi diócesis que dé un signo tangible de atención a los problemas de la vivienda, para que, junto a la acogida de todos los peregrinos que vendrán, se activen formas de protección para aquellos que no tienen casa o corren el riesgo de perderla. En esta perspectiva, quisiera que todas las realidades diocesanas propietarias de bienes inmuebles ofrecieran su contribución para frenar la emergencia habitacional con signos de caridad y solidaridad para generar esperanza en las miles de personas de la ciudad de Roma que se encuentran en condiciones de inseguridad habitacional.

Las instituciones y las administraciones de diversos niveles, junto con las asociaciones y los movimientos populares, se están organizando para reforzar la respuesta de acogida y solidaridad hacia estos hermanos y hermanas, trabajando en colaboración entre las instituciones y la sociedad civil, y la Iglesia está llamada a contribuir.

Por eso, pido a todas las realidades eclesiales que hagan un valiente gesto de amor al prójimo ofreciendo los espacios que tienen disponibles, especialmente aquellos que tienen facilidades de alojamiento o apartamentos libres. Las personas a acoger serán seguidas por instituciones y servicios sociales, mientras que las asociaciones y movimientos populares proporcionarán servicios personales, actividades de cuidado y bienes relacionales que contribuyan de manera fundamental a dignificar la acogida y construir la fraternidad.

Aquellos de vosotros que estéis disponibles para responder a este llamamiento podéis dirigiros al Vicario General de la Diócesis de Roma, el Cardenal Baldassare Reina. Os doy las gracias por vuestra generosidad y por todo lo que ya hacéis para transmitir el amor de Dios y generar esperanza en la vida de todos y, en particular, de los que más lo necesitan. Os bendigo de corazón, pidiéndoles que recen por mí.

 Fraternalmente                                 FRANCESCO

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