Mujeres con una misión

Gratitud y reconocimiento
Me gustaría que los lectores, al adentrarse en cada una de las historias que narro, trajeran a la memoria el rostro, la vida, la historia de otras mujeres, tantas anónimas que son el alma de muchos procesos eclesiales y que se animaran a visibilizarlas, a agradecerles. Me gustaría que surgiera una cadena de visibilización y reconocimiento de la misión de las mujeres en la sociedad y en la Iglesia.

¿Cómo ve la situación de la mujer en la Iglesia? ¿Qué expectativas tiene hacia el futuro sobre el tema?
En la dinámica sinodal de la Iglesia la Vida Consagrada femenina tiene aspiraciones loables, que no surgen de una ambición de poder o un sentimiento de inferioridad, tampoco de una búsqueda egolátrica de reconocimiento, brotan de un deseo de vivir en fidelidad al proyecto de Dios, que mira a su pueblo y le otorga dignidad de hermanos. La aspiración es a la participación y a la corresponsabilidad en los discernimientos y en la toma de decisiones. Que se abran causes reales para acoger la contribución femenina.
Es cierto que en los lugares más fronterizos de la sociedad y de la Iglesia, hay mujeres consagradas, pero urge que no se les invisibilice o se les excluya de las estructuras, los espacios y los ministerios a los que ellas también aspiran y en los que alcanza plenitud su responsabilidad como bautizadas. Se trata de conversión, de despertar modos relacionales más inclusivos y respetuosos de la diversidad, abiertos al aporte y las perspectivas femeninas.

Un "Sígueme" permanente
En el corazón de la Iglesia, fluye la diversidad. Sensibilidades, carismas, vocaciones, ministerios y Dios llamándonos a todos, convocándonos a un permanente: Sígueme.
Y en ese estallido de pluralidad, aparece la Vida Religiosa, que surge para ser mística, misión y profecía, preludio de un estilo capaz de combinar contemplación y acción; opción por lo común y soledad fecunda; vida en trascendencia y pisadas arraigadas a toda tierra; seguimiento a Jesús y contracorriente frente a los ídolos de turno. Este libro no sólo pone nuestra mirada en la mujer, sino que valora de manera especial el don de la mujer consagrada.
La Vida Consagrada convidada a la misión de la Iglesia, está hoy, especialmente permeada de debilidad, experimenta envejecimiento, escasez de vocaciones, sobrecarga laboral y muchos desafíos apostólicos que surgen de un exceso de institucionalización, y por eso, desde su pequeñez, está llamada a recorrer un itinerario de conversión que la disponga al encuentro, con procesos de reforma auténticos. Tendrá que abandonar la tentación de suponer que ella, encarna un estado de vida superior a los demás y deberá vaciarse de actitudes autorreferenciales, egoístas e individualistas.
La Iglesia, para ser realmente casa de acogida, debe convencerse de que la verdadera reforma vendrá del encuentro con Jesús, al eco de la Palabra de Dios y en la asimilación de actitudes auténticamente evangélicas.

Ser palabra y testimonio
¿Cuál es su mensaje para las mujeres consagradas de tan diversas formas a Dios (Jóvenes, profesionales, madres, esposas, campesinas, lideresas) que luchan a diario y no cuentan con el suficiente reconocimiento? Desde luego su invitación a leer el libro "Con ellas: mujeres consagradas en el Espíritu de la sinodalidad"
El aporte femenino entraña una riqueza fruto de la propia configuración de la identidad, que dispone para trabajar en cooperación y desde la experiencia de sentir-pensar; en flexibilidad para buscar alternativas allí donde abunda el caos, desde la empatía y las habilidades comunicativas para generar relación y vínculo en lo cotidiano; desde la disposición solidaria a colaborar, a tejer redes y generar sinergias, en apertura para buscar respuestas y novedosos cauces de solución, en resiliencia para resistir en medio de situaciones difíciles, desde el gozo para propiciar la celebración y prolongar la fiesta.
Estamos convocadas en este hoy de la historia a ser palabra y testimonio que le abra caminos al Espíritu, a cuidar de todo lo frágil y germinal, a priorizar las relaciones y el cuidado de la vida, a pronunciar palabras proféticas que abran caminos de transformación. Sumergidas en las culturas están invitadas a las fronteras, a los límites. Y las mujeres consagradas estamos llamadas al desborde misionero, coraje apostólico y para ello se necesitará que acontezca una auténtica renovación de las estructuras, fruto de la necesaria conversión pastoral.
Las invito a leer “con ellas”, porque les pertenece, porque es suyo y porque es un libro inconcluso, necesitado de cientos de más historias de mujeres que puedan ser valoradas y visibilizadas
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