El nuevo paradigma de la catequesis: Un itinerario válido en el camino del anuncio y de la proposición de la fe, como también de la respuesta libre y gozosa de los fieles.
· La palabra de Dios tiene la primacía en toda la
labor evangelizadora; en la catequesis es el eje y el camino para el encuentro
personal y comunitario con Jesucristo, que constituye el objeto fundamental de
todo el itinerario catecumenal que se encuentra a la base de todo proceso
iniciático.
“Toda
la evangelización está fundada sobre la Palabra de Dios, escuchada, meditada,
vivida y testimoniada” (DC283).
· Proclamar con parresia
el primer anuncio, el kerigma, que “es el fuego del Espíritu que se dona en
forma de lenguas y nos hace creer en Jesucristo, que con su muerte y
resurrección nos revela y nos comunica la misericordia infinita del Padre” (EG
164).
Todo
cristiano debe “dejarse llevar por el Espíritu en el camino del amor, de
apasionarse por comunicar la hermosura y la alegría del Evangelio y de buscar a
los perdidos en esas inmensas multitudes sedientas de Cristo” (GE 57).
· El encuentro con Jesucristo, que
realizamos a través de las Escrituras, nos lleva a la Eucaristía donde el Señor
nos reclama que pongamos en acto el mandamiento del amor. Cristo vivo, presente
en el hoy y el ahora de nuestra vida, que viene a nuestro encuentro y camina
nuestro lado alimentándonos con el Pan de vida. De ahí la importancia de la
participación activa en la celebración dominical de la Eucaristía, que ha de
convertirse en el centro de la vida cristiana.
- La participación directa y
permanente en la comunidad cristiana, que, bajo la inspiración del Espíritu
Santo, transmite, da razón, anima y fortalece la fe. La comunidad constituye la
forma visible de la Iglesia, pueblo santo de Dios, que actúa en nombre de
Cristo que es su cabeza. La comunidad cristiana recibió el mandato misionero,
de tal manera que todos sus miembros: obispos, sacerdotes, miembros de la vida
consagrada y fieles laicos, son responsables de su cumplimiento.
El mensaje que debemos transmitir
es el kerigma, la buena noticia: el amor de Dios que nos cubre permanentemente
con su misericordia y nos concede el perdón de nuestras faltas, para librarnos
de la muerte eterna, se mostró en toda su grandeza en la encarnación, vida
predicación, pasión, muerte y resurrección de Jesucristo, nuestro Señor.
·
Siempre
atentos, nunca olvidar que, en nuestra misión, en el mensaje que transmitimos
no estamos solos, puesto que contamos con la luz y la presencia del Espíritu
Santo, “verdadero protagonista de toda acción eclesial” (DC 23), que nos guía
para que responsamos al amor de Dios y colaboremos con nuestra salvación.
·
Esta es la
meta que debe alentar y alegrar nuestra entrega y generosidad: empeñarnos con
entusiasmo a formar pequeñas comunidades, en donde se viva la comunión y la
participación con profundo sentido de sinodalidad.
·
Toda esta
extraordinaria esperanza y realidad, de alguna manera, ya está presente en la
Iglesia y es recogida por el nuevo Directorio
para la Catequesis. Allí se habla de la catequesis en clave kerigmática y
misionera y del impulso que va tomando en las iglesias la catequesis de
iniciación a la vida cristiana (Cf. DC 65).
Se sugiere
que para lograr una coordinación de la catequesis con las demás actividades
pastorales evangelizadoras sería oportuno que en las diócesis se establezca una
Comisión de iniciación a la vida cristiana en la que confluyan la pastoral del
primer anuncio y la catequesis, la pastoral litúrgica y la Caritas, las
asociaciones y los movimientos laicales. Sugiere, además,
La pastoral diocesana deberá
ofrecer orientaciones comunes para la iniciación a la vida cristiana, ya sea en
forma de catecumenado para los no bautizados, ya sea como inspiración
catecumenal de la catequesis para quienes ya han recibido los sacramentos, pero
se encuentran alejados de la fe, pero sin dejar de lado el constante y
necesario acompañamiento de quienes viven con alegría su compromiso bautismal.
·
La
renovación de la catequesis apunta a procesos que marquen toda nuestra existencia , con
itinerarios catequísticos bien definidos, pues la vida cristiana no puede
reducirse a determinados momentos, por
importantes que sean como es la recepción de los sacramentos, sino que
involucra a todo nuestro ser, nuestra libertas, nuestra voluntad, nuestra inteligencia,
nuestras actividades, de tal manera que
la fe, nos transmite la comunidad cristiana, nos exige un comportamiento y una coherencia de vida que se traduzca luego en participación activa en la sagrada
liturgia y el amor sincero al Señor, vivido y expresado a través del ejercicio de la caridad. El gran
reto que se nos presenta al realizar la misión eclesial es precisamente la de
catequizar para la vida.
·
Todo esto
exige una verdadera formación de catequistas para que vivan su vocación de
discípulos misioneros y puedan acompañar con su testimonio de vida a todos
aquellos que les confía la Iglesia. Necesitamos procesos de formación
permanente que refuercen la labor catequística.
La figura de María madre de Jesús
y madre de la Iglesia nos inspira y acompaña. Escuchemos su invitación: “hagan lo
que él les diga” (Jn 2,5).
María la perfecta discípula como
la presentó Jesús: “¡Dichosos más bien los que oyen la Palabra de Dios y la
guardan!” (Lc11,27-28)!
María estrella de la nueva evangelización:
“Virgen y Madre María, tú que, movida por el Espíritu, acogiste el Verbo de la
vida en la profundidad de tu humilde fe, totalmente entregad al Eterno, ayúdanos
a decir nuestro “sí” (DC 288).
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