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domingo, abril 20, 2025

PASCUA

 


Por el bautismo nos incorporamos a Cristo. Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que así como Cristo resucitó por la gloria del Padre, también nosotros llevemos una Vida nueva.

No estamos celebrando el triunfo de un personaje, estamos celebrando nuestra propia historia. Nosotros no éramos pueblo, estábamos bajo el dominio del pecado, y Cristo nos ha rescato y no ha dado nueva vida.

Celebramos la muerte y resurrección de Cristo, pero celebramos también nuestro propio  renacer con Cristo para la Vida eterna.

Demos gracias al Señor que ha estado bueno con nosotros.

«No teman. Ustedes buscan a Jesús de Nazaret, el Crucificado. Ha resucitado, no está aquí.

Atentos: ¿A quién Buscamos? No es una pregunta inútil, a veces buscamos confirmar nuestras imágenes y pensamientos, no nos resulta cómodo reconocer el escandalo de la muerte del inocente y pronto lo queremos olvidar, pero la realidad está ahí y hay que aceptarla. Desde la muerte misma hemos de buscar al que vive al resucitado.

Pero la auténtica búsqueda no queda en la satisfacción de los que hemos encontrado sino en el compromiso de vivir de acuerdo a la verdad que conocemos.

Cristo ha resucitado y debemos llevar esta buena noticia a los demás. Pero primero hemos de volver continuamente a donde encontramos por primera vez a nuestro Amor. Al que dio la vida por nosotros sus amigos.

Viva Cristo Resucitado nuestro amor y nuestra esperanza.




viernes, marzo 28, 2025

DUDAS Y ACLARACIONES

 ¿Basta sólo la fe para salvarse ?

-  No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.  (Mt. 7,21)

La Iglesia de Cristo se acabó porque Constantino la contaminó.

-  Y yo te digo: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella. (Mt.16.18)

- Ya está cerca el fin del mundo. 

    "Pero de aquel día y de aquella hora nadie sabe, ni siquiera los ángeles de cielo, ni el Hijo, sino el Padre" 

  Cristo, como Dios, no podía ignorar nada; pero la sabiduría divina que habitaba en nuestro Salvador, se comunicó a su alma humana según el placer divino.

¿Por qué venerar la cruz si es el arma que mató a Jesús? 

-  Y llamando a la multitud y a sus discípulos, les dijo: Si alguno quiere venir en post de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz, y sígame. (Mc. 8.34)

«Los judíos exigen signos, los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles; pero para los llamados -sean judíos o griegos-, un Cristo que es fuerza de Dios y sabiduría de Dios» (1Cor. 1,22-23).

La cruz representa victoria sobre la muerte y el pecado, y la salvación de la humanidad. La cruz representa la victoria de Cristo sobre la muerte y el pecado, ya que por la muerte y resurrección la muerte fue vencida  y rescató a la humanidad de la condenación.


"Yo soy el que soy. Y dirás a los israelitas: Yo soy me ha enviado a ustedes."   

La palabra Jehová proviene del nombre hebreo Yahveh, que es una vocalización del Tetragrámaton YHWH. Jehová es una traducción al español de este nombre.
Origen de la palabra Jehová
El nombre Jehová surgió entre los cristianos en la Edad Media.

Se formó combinando las consonantes YHWH con las vocales de Adonai, que significa "Mi Señor".
“Jehová es la forma castellanizada del vocablo    hebreo Yahveh o Jahveh, que significa El que Existe por Sí mismo o El Eterno.
 
    En el fondo no sirve de nada discutir por el nombre antiguo de Dios. Nosotros vivimos ahora en el Nuevo Testamento y lo que nos importa es hablar de Dios como Jesús hablaba de El. Jesús vino a aclarar el misterio más profundo que hay en el Ser Divino: «Dios es amor». Dios es un «Padre» que ama a todas sus creaturas y los hombres son sus hijos queridos. Jesús mismo nos enseñó que debemos invocar a Dios como «nuestro Padre» (Mt. 6, 9).

¿De dónde viene la palabra «Yahvé»?

Esta palabra es una palabra hebrea, el hebreo es el idioma de los israelitas o judíos del Antiguo Testamento. En este idioma no se escribían las vocales de una palabra sino únicamente las consonantes. Era bastante difícil leerlo correctamente, porque al leer un texto hebreo, uno mismo debía saber de memoria qué vocales tenía que pronunciar en medio de las consonantes. El nombre de Dios: «YO SOY» se escribía con estas cuatro consonantes: Y H V H que los judíos pronunciaban así «Yahvé», y en castellano se escribe YAVE. La pronunciación «Yahvé» es sin duda la pronunciación más correcta del hebreo original para indicar a Dios como «Yo soy el que soy» (Los judíos del A.T. nunca dijeron Jehová).

¿De dónde viene la palabra Jehová?

Los israelitas del A.T. tenían un profundo respeto por el nombre de Dios: «Yahvé». Era el nombre más sagrado de Dios, porque Dios mismo se había dado este nombre.
Con el tiempo los israelitas, por respeto al nombre propio de Dios, dejaron de pronunciar el nombre de «Yahvé» y cuando ellos leían en la Biblia el nombre de «Yahvé», en vez de decir «Yahvé» dijeron otro nombre de Dios: «Edonai» (el Señor). Resultó que después de cien años los israelitas se olvidaron por completo de la pronunciación original (Y H V H, Yahvé) porque siempre decían «Adonay» (el Señor).
En la Edad Media (1.000 a 1.500 años después de Cristo) los hebraístas (que estudiaban el idioma hebreo antiguo) empezaron a poner vocales entre las consonantes del idioma hebreo. Y cuando les tocó colocar vocales en la palabra hebrea Y H V H (el nombre antiguo de Dios) encontraron muchas dificultades.

Por no conocer la pronunciación original de las cuatro consonantes que en las letras castellanas corresponden a YHVH y en letras latinas a JHVH, y para recordar al lector que por respeto debía decir: «Edonay» en vez de «Yahvé», pusieron las tres vocales (e, o, a) de la palabra Edonay; y resultó Jehová en latín. Es decir: tomaron las 4 consonantes de una palabra (J H V H) y metieron simplemente 3 vocales de otra palabra (Edonay) y formaron así una nueva palabra: Jehová. Está claro que la palabra «Jehová» es un arreglo de dos palabras en una. Por supuesto la palabra «Jehová» nunca ha existido en hebreo; es decir, que la pronunciación «Jehová» es una pronunciación defectuosa del nombre de «Yahvé».
En los años 1600 comenzaron a traducir la Biblia a todas las lenguas, y como encontraron en todos los textos bíblicos de la Edad Media la palabra «Jehová» como nombre propio de Dios, copiaron este nombre «Jehová» literalmente en los distintos idiomas (castellano, alemán, inglés…). Y desde aquel tiempo empezaron a pronunciar los católicos y los evangélicos como nombre propio de Dios del Antiguo Testamento la palabra «Jehová» en castellano.

Ahora bien, aun las Biblias católicas usan el nombre de «Yahvé» y no el de «Jehová».¿Está bien? Está bien porque todos los hebraístas modernos (los que estudian el idioma hebreo) están de acuerdo que la manera original y primitiva de pronunciar el nombre de Dios debía haber sido «Yahvé» y no «Jehová».
«Yahvé» es una forma del verbo «havah» (ser, existir) y significa: «Yo soy el que es» y «Jehová» no es ninguna forma del verbo «ser», como lo hemos explicado más arriba. Por eso la Iglesia Católica tomó la decisión de usar la pronunciación original «Yahvé» en vez de «Jehová» y porque los israelitas del tiempo de Moisés nunca dijeron «Jehová».

Hoy la tendencia en la Biblias católicas es simplemente decir  DIOS.

viernes, marzo 14, 2025

¿Qué está pasando en Siria?



Los cristianos vuelven a ser perseguidos en Siria: ya van asesinados más de mil civiles de minorías religiosas

Los cristianos vuelven a ser perseguidos en Siria: ya van asesinados más de mil civiles de minorías religiosas


Los cristianos de Siria: entre la esperanza de un nuevo régimen y el recuerdo del horror islamista




Los cristianos en Siria representan el 16,2 % de la población.​ La confesión cristiana más grande del país es la Iglesia Ortodoxa de Antioquía (conocida como el Patriarcado Ortodoxo de Antioquía y Todo el Oriente),​ seguida de cerca por la Iglesia católica melquita, varias Iglesias católicas orientales, que tiene una raíz común con la Iglesia Ortodoxa de Antioquía,5​ y, a continuación, por algunas Iglesias ortodoxas como la Iglesia ortodoxa siriaca y la Iglesia apostólica armenia. También hay una minoría de protestantes y miembros de la Iglesia asiria de oriente y la Iglesia católica caldea. La ciudad de Alepo se cree que tiene el mayor número de Cristianos en Siria.

En los tiempos tardíos del imperio Otomano, la mayoría de los sirios cristianos emigraron, sobre todo después de la sangrienta cadena de eventos dirigidos a los cristianos, en particular en 1840 1845, en la Guerra civil del Líbano de 1860 y el genocidio asirio, según el historiador Philip Hitti, aproximadamente 900 000 Sirios llegaron a los Estados Unidos entre 1899 y 1919 (más de 90 % de ellos eran cristianos)

PAISES DONDE SE PERSIGUEN Y MATAN A LOS CRISTISANOS

sábado, febrero 15, 2025

Un momento

 

Hemos experimentado que las cosas no siempre suceden como esperamos y cargamos con la sensación que no tenemos el control de lo que nos afecta o nos interesa. 

 En algún momento hemos sentido que las cosas no van como tu esperas y por momentos pareciera que tu voluntad no es suficiente para mantenerte en los las metas que nos hemos propuesto . 

Entonces puedes preguntarte ¿Qué sucede?, que debo hacer para lograr mis metas.  

Aún en nuestra actuación personal, innumerables veces, somos testigos de que lo que intentamos realizar y el estilo de vida que queremos llevar se queda en buenas intenciones y continuamentes tenemos que aceptar que fallamos, no cumplimos nuestros compromiso y volvemos a pecar sintiendo la sensación de nuestra debilidad y fascinación por lo que rechazamos conscientemente.

Todo esto puede producir desaliento y frustración y  seguimos preguntándonos : ¿Por qu{e no somos capaces de mantener nuestros propósitos? 

Te digo algo, sobre todo para cuando experimentas un desanimo  y la sensación de uq estas intentando algo imposible.

A veces invocamos a Dios pidiendo auxilio y a veces pedios ayuda a quien nos pueda echar una mano y tratar de vivir acorde a nuestros valores y nuestro ideales. 

Una cosa es fundamental más haya de los esfuerzos que debamos hacer para ser fieles a nuestros proyectos de vida, tenemos que aceptarnos y decirnos que somos nosotros mismos más allá de nuestros fracasos y debilidades, pero sin renunciar a nuestro caminar y trabajar por ser lo que debemos ser.

Para los creyentes una cosa es cierta , Dios , nuestro creador y Padre la fuerza que nos anima a ser lo mejor de nosotros nunca nos rechaza ni se cansa de nuestros fallos, siempre sale a nuestro encuentro y quiere celebrar con nosotros nuestra alegría de ser lo que el espera de nosotros,





sábado, febrero 08, 2025

Hermanos enfermos

 


«La esperanza no defrauda» (Rm 5,5)

y nos hace fuertes en la tribulación

Queridos hermanos y hermanas:

Celebramos la XXXIII Jornada Mundial del Enfermo en el Año Jubilar 2025, en el que la Iglesia nos invita a hacernos “peregrinos de esperanza”. En esto nos acompaña la Palabra de Dios que, por medio de san Pablo, nos da un gran mensaje de aliento: «La esperanza no defrauda» (Rm 5,5), es más, nos hace fuertes en la tribulación.

Son expresiones consoladoras, pero que pueden suscitar algunos interrogantes, especialmente en los que sufren. Por ejemplo: ¿cómo permanecer fuertes, cuando sufrimos en carne propia enfermedades graves, invalidantes, que quizás requieren tratamientos cuyos costos van más allá de nuestras posibilidades? ¿Cómo hacerlo cuando, además de nuestro sufrimiento, vemos sufrir a quienes nos quieren y que, aun estando a nuestro lado, se sienten impotentes por no poder ayudarnos? En todas estas situaciones sentimos la necesidad de un apoyo superior a nosotros: necesitamos la ayuda de Dios, de su gracia, de su Providencia, de esa fuerza que es don de su Espíritu (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 1808).

Detengámonos pues un momento a reflexionar sobre la presencia de Dios que permanece cerca de quien sufre, en particular bajo tres aspectos que la caracterizan: el encuentro, el don y el compartir.

1. El encuentro. Jesús, cuando envió en misión a los setenta y dos discípulos (cf. Lc 10,1-9), los exhortó a decir a los enfermos: «El Reino de Dios está cerca de ustedes» (v. 9). Les pidió concretamente ayudarles a comprender que también la enfermedad, aun cuando sea dolorosa y difícil de entender, es una oportunidad de encuentro con el Señor. En el tiempo de la enfermedad, en efecto, si por una parte experimentamos toda nuestra fragilidad como criaturas —física, psicológica y espiritual—, por otra parte, sentimos la cercanía y la compasión de Dios, que en Jesús ha compartido nuestros sufrimientos. Él no nos abandona y muchas veces nos sorprende con el don de una determinación que nunca hubiéramos pensado tener, y que jamás hubiéramos hallado por nosotros mismos.

La enfermedad entonces se convierte en ocasión de un encuentro que nos transforma; en el hallazgo de una roca inquebrantable a la que podemos aferrarnos para afrontar las tempestades de la vida; una experiencia que, incluso en el sacrificio, nos vuelve más fuertes, porque nos hace más conscientes de que no estamos solos. Por eso se dice que el dolor lleva siempre consigo un misterio de salvación, porque hace experimentar el consuelo que viene de Dios de forma cercana y real, hasta «conocer la plenitud del Evangelio con todas sus promesas y su vida» (S. Juan Pablo II, Discurso a los jóvenes, Nueva Orleans, 12 septiembre 1987).

 2. Y esto nos conduce al segundo punto de reflexión: el don. Ciertamente, nunca como en el sufrimiento nos damos cuenta de que toda esperanza viene del Señor, y que por eso es, ante todo, un don que hemos de acoger y cultivar, permaneciendo “fieles a la fidelidad de Dios”, según la hermosa expresión de Madeleine Delbrêl (cf. La speranza è una luce nella notte, Ciudad del Vaticano 2024, Prefacio).

Por lo demás, sólo en la resurrección de Cristo nuestros destinos encuentran su lugar en el horizonte infinito de la eternidad. Sólo de su Pascua nos viene la certeza de que nada, «ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados, ni lo presente ni lo futuro, ni los poderes espirituales, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra criatura podrá separarnos jamás del amor de Dios» (Rm 8,38-39). Y de esta “gran esperanza” deriva cualquier otro rayo de luz que nos permite superar las pruebas y los obstáculos de la vida (cf. Benedicto XVICarta enc. Spe salvi, 27.31). No sólo eso, sino que el Resucitado también camina con nosotros, haciéndose nuestro compañero de viaje, como con los discípulos de Emaús (cf. Lc 24,13-53). Como ellos, también nosotros podemos compartir con Él nuestro desconcierto, nuestras preocupaciones y nuestras desilusiones, podemos escuchar su Palabra que nos ilumina y hace arder nuestro corazón, y nos permite reconocerlo presente en la fracción del Pan, vislumbrando en ese estar con nosotros, aun en los límites del presente, ese “más allá” que al acercarse nos devuelve valentía y confianza.   

3. Y llegamos así al tercer aspecto, el del compartir. Los lugares donde se sufre son a menudo lugares de intercambio, de enriquecimiento mutuo. ¡Cuántas veces, junto al lecho de un enfermo, se aprende a esperar! ¡Cuántas veces, estando cerca de quien sufre, se aprende a creer! ¡Cuántas veces, inclinándose ante el necesitado, se descubre el amor! Es decir, nos damos cuenta de que somos “ángeles” de esperanza, mensajeros de Dios, los unos para los otros, todos juntos: enfermos, médicos, enfermeros, familiares, amigos, sacerdotes, religiosos y religiosas; y allí donde estemos: en la familia, en los dispensarios, en las residencias de ancianos, en los hospitales y en las clínicas.

Y es importante saber descubrir la belleza y la magnitud de estos encuentros de gracia y aprender a escribirlos en el alma para no olvidarlos; conservar en el corazón la sonrisa amable de un agente sanitario, la mirada agradecida y confiada de un paciente, el rostro comprensivo y atento de un médico o de un voluntario, el semblante expectante e inquieto de un cónyuge, de un hijo, de un nieto o de un amigo entrañable. Son todas luces que atesorar pues, aun en la oscuridad de la prueba, no sólo dan fuerza, sino que enseñan el sabor verdadero de la vida, en el amor y la proximidad (cf. Lc 10,25-37).

Queridos enfermos, queridos hermanos y hermanas que asisten a los que sufren, en este Jubileo ustedes tienen más que nunca un rol especial. Su caminar juntos, en efecto, es un signo para todos, «un himno a la dignidad humana, un canto de esperanza» (Bula Spes non confundit, 11), cuya voz va mucho más allá de las habitaciones y las camas de los sanatorios donde se encuentren, estimulando y animando en la caridad “el concierto de toda la sociedad” (cf. ibíd.), en una armonía a veces difícil de realizar, pero precisamente por eso, muy dulce y fuerte, capaz de llevar luz y calor allí donde más se necesita.

Toda la Iglesia les está agradecida. También yo lo estoy y rezo por ustedes encomendándolos a María, Salud de los enfermos, por medio de las palabras con las que tantos hermanos y hermanas se han dirigido a ella en las dificultades:

Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios;
no deseches las súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades,
antes bien, líbranos de todo peligro,
¡oh siempre Virgen, gloriosa y bendita!

Los bendigo, junto con sus familias y demás seres queridos, y les pido, por favor, que no se olviden de rezar por mí.

Roma, San Juan de Letrán, 14 de enero de 2025                               Francisco 

 

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