Eucaristía 
De los escritos de Henri Nouwen han sido tomadas estas reflexiones.  
Camino
de Emaús  Lc. 24, 13 y ss. 
1.
Lamentar las perdidas  Penitencial 
2.
Discernir la presencia   Palabra
3.
Invitar al Desconocido  Credo y Ofrenda
4.
Entrar en comunión Eucaristía
5.
Partir en misión . 
I Perdidas 
La vida contiene una innumerable  serie de perdidas; familia, salud, economía,
país, perdida de fe.
¿Qué
hacemos con nuestras perdidas? 
¿Cómo
llegamos a la Eucaristía? ¿Qué esperamos?
¿Qué
hacer con nuestros resentimiento?
-
Cambiar el resentimiento por agradecimiento. Señor, ten piedad.
-
Aceptar nuestra realidad  con
responsabilidad. Con corazón.
Una  tierra 
seca no recibe el agua si no es previamente  roturada. 
Para
iniciar este encuentro transformador debemos poseer un pequeño  destello de esperanza. “Mi gracia te basta”.
II Presencia 
Él, el desconocido, los ha escuchado, ahora ellos escuchan.
Les habla de algo que conocen pero habla de una manera diferente. Los hechos
nos son tan evidentes como pensamos. 
No se niegan los hechos 
sino que se ponen en un contexto de esperanza. Y no se trata de recibir
un consuelo de circunstancias. ¡Necios!
Confiar, De eso se trata. A veces nos encontramos en la
Iglesia sin saber quiénes somos, quien nos ha llamado; distraídos. 
Se trata de que arda 
nuestro corazón. Si no, mejor, buscarlo en otro lugar. Jesús se une a
nosotros pero no lo reconocemos. Es importante vivir el momento, sea cual sea,
en intimidad.
El Desconocido tiene un propósito al acercarse, ponernos en
contacto con la Palabra, hacerse presente, despertarnos.
La Presencia Eucarística es ante todo una presencia a través
de la Palabra. Sin esta presencia no podemos reconocer  la verdadera  historia en que hemos participado, reconocemos
al protagonista. Su palabra hará posible reconocerlo en la fracción del Pan.
Atentos, la palabra hoy tiene poco valor, es posible que las
palabra de la Eucaristía pasen desapercibidas, no nos sorprenda.
Prestamos poca atención, no nos impresionan ni sorprenden ,
entonces pierden su carácter sacramental. 
La Palabra autentica crea lo que expresa. ¿Cómo viene Dios a
mi cuando escucho la Palabra? ¿Me llena de calor, me transforma?
El Poder de la palabra es inmenso, es sanador, carácter
sacramental, salvador. La palabra no solo es una experiencia personal, la
Palabra de la Eucaristía nos convierte en parte de una gran historia de nuestra
salvación. Nos hace parte de la gran historia de Dios.
Nos hacer ser personas agradecidas y como personas
agradecidas podemos invitar a la intimidad 
de nuestro hogar a aquel que ha hecho arder nuestros corazones.
III  Invitar al Desconocido
Cuando  caminas  con alguien a tu lado abriendo tu corazón a
la misteriosa verdad de que tu perdida no es el final, sino un nuevo comienzo,
entonces algo sorprendente  puede
suceder: la Gloria es la meta.
Nos nace de lo más profundo del corazón el deseo de invitar
al amigo Jesús a que  se quede con
nosotros. Jesús quiere ser invitado, pero el no impone su presencia.
Por muy interesante y estimulante que nos resulte algún
desconocido, si no lo invito a mi casa, en realidad no ocurre nada. Por eso hoy
tenemos exceso de información que no aporta nada nuevo y que no suele terminar
en encuentro eficaz en la sociedad.
En el encuentro 
auténtico hay la posibilidad de una relación transformadora. Por
favor  ven a mi casa, pasa, mira donde y
como vivo. Esta invitación a venir y ver 
marca la diferencia.
Tenemos que atrevernos a decir: confío en ti, me entrego a
ti con todo mi ser, en cuerpo  alma Confiar,
amar y ser amado.
En torno a la mesa , expresión del misterio de la
fraternidad , de la reconciliación y la esperanza. En verdad  les digo que he querido reunirme con ustedes
… 
La misa  lugar de
alegrías y traiciones (amor, odio, indiferencias..) de cariño y desprecios.
Cuando más vulnerables 
somos es cuando dormimos o comemos juntos.
Jesús acepta la invitación, se sienta a la mesa. Hay
intimidad , amistad, comunidad. Jesús es el invitado de los discípulos , tan
pronto como entran  en su casa, s¡ se
convierte en anfitrión!
IV Comunión
Es un gesto 
cotidiano, de todos los días, es lo obvio… y sin embargo sucede algo
único, insólito. Con el pan compartido expresamos comunión, reconocimiento,
compromiso.
La Eucaristía es fundamentalmente un gesto humano (Flp
2,6-8) Una mesa, un pan y unos amigos. Cada vez que invitamos  a Cristo a nuestra casa, el nos ofrece el pan
y el cáliz, se nos ofrece el mismo diciendo: Hagan esto en  conmemoración mía. 
En la Eucaristía Jesús lo da todo. Así  como Dios se nos hace presente  a través de Jesús, así también Jesús se nos
hace presente en el pan y en el vino de la Eucaristía.
Dios no solo se encarnó hace muchos años, también se hace
alimento y bebida para nosotros en este momento de celebración eucarística,
autodonación de Dios que llega a toda la humanidad en el tiempo y en el
espacio.
Esto es comunión, hacerse uno con nosotros, el quiere una
unión en libertad y amor; ¿me amas? Quiere ser nuestro alimento y bebida
cotidiana, en todo momento y lugar.
La Eucaristía es reconocimiento, pero el desapareció. Cuando
se hace más presente, es cuando se hace ausente. Ahora, cuando comen el pan que
les da, ellos le reconoce; ahora el 
habita en ellos, vive realmente en ellos. Se transforman en la vida de
El. Es Cristo que vive en ellos.
Supera la amistad superficial, para ser uno con en El en la
soledad, la soledad de la fe. Hasta llegar a decir: ¡Dios mío, Dios mío! ¿por
qué me has abandonado? Y continuando : Padre en tus manos  encomiendo mi espíritu.
Comunión es hacerse igual  
El Cruz y Reino.
La comunión  crea
comunidad, nos hemos convertido en un solo cuerpo, los que  hemos comido su cuerpo y hemos bebido su
sangre . La Comunión crea comunidad, porque el Dios que vive en nosotros nos
hace reconocer a Dios en nuestros semejantes. 
Un cuerpo espiritual: se manifiesta en el perdón,
reconciliación, ayuda, solidaridad, tolerancia 
hambre de justicia y paz.
La comunión crea la comunidad y lleva a la Misión. 
V Partir en Misión
Él está vivo. El miedo se esfuma y se sienten libres para
dar testimonio de la resurrección. El final no es la Comunión sino la Misión.
Misión a quienes no nos son totalmente ajenos. No es fácil
la misión entre los de la propia casa. Ellos ya conocen la verdad que
anunciamos  pero  la comunidad es lugar para que los de casa
saquen lo que llevan y compartan. La comunidad 
de la fe donde se cuentan muchas historias sobre Jesús.
En la Eucaristía se nos pide que abandonemos la mesa y que
vayamos con nuestros amigos a descubrir juntos que  Jesús está realmente vivo y nos llama a todos
a formar un nuevo pueblo: pueblo de la resurrección.
La Eucaristía es siempre una misión. De la Eucaristía a la
comunión y a la comunidad , y de ésta al ministerio. ¡Cuidado de querer pasar
de la comunión al ministerio sin forma comunidad.
Jesús en la noche oraba al padre, en la mañana estaba con
sus discípulos y en la tarde  en misión.
Son enviados de  dos en dos, en
comunidad  para enseñar, curar, animar
dar esperanza, testimoniar la fe. Vivir eucaristrcamente con el corazón en
ascuas. Ir para hablar del Señor resucitado y recibir el testimonio de los
demás- La verdadera misión  es también
recibir el testimonio de los que que nos recibe.
Nos agotamos si solo damos y no recibimos el Espíritu a
través de a los que somos enviados.
Hay personas que en memoria de Él se reúnen en torno a una
mesa y hacen lo que él hizo. Personas que siguen contándose unos a otros
historias de esperanza y salen juntas  a
ayudar a sus semejantes para llevar una sonrisa, un poco  de esperanza a un niño. Es como la levadura,
la pequeña semilla.
La vida es más fuerte que la muerte y el amor más
consistente que el miedo. Los hechos nos conducen a la nada, optar por el
agradecimiento nos conduce la vida plena.
En la vida eucarística 
cualquier cosa que hagamos es una manera de decir: Gracias a aquel que
se unió a nosotros en el camino. Los cristianos son los que siguen  en el camino.
