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martes, abril 23, 2024

PREPARARSE PARA LA VIDA CONYUGAL

 


 ITINERARIOS CATECUMENALES  PARA LA VIDA MATRIMONIAL”

No es ningún secreto que el matrimonio cristiano, el matrimonio en la Iglesia está en profunda transformación y enfrentando un ataque frontal de parte de grupos y ambientes que consideran el matrimonio como una súper estructura patriarcal.

El número cada vez menor de personas que se casan en general, pero también y sobre todo la corta duración de los matrimonios, incluso sacramentales, así como el problema de la validez de los matrimonios celebrados, constituyen un desafío urgente, que pone en juego la realización y la felicidad de tantos fieles laicos en el mundo.

Una evidente fragilidad del matrimonio, causada a su vez por una serie de factores como: la mentalidad hedonista que desvirtúa la belleza y la profundidad de la sexualidad humana, la autorreferencialidad que dificulta la toma de los compromisos de la vida conyugal, una limitada comprensión del don del sacramento del matrimonio, del significado del amor esponsal y de su carácter de auténtica vocación, es decir, de respuesta a la llamada de Dios al hombre y a la mujer que deciden casarse, etc.

“Como un antídoto para evitar la proliferación de celebraciones matrimoniales nulas o inconsistentes»” y para evitar “una preparación demasiado superficial, las parejas corran el riesgo real de celebrar un matrimonio nulo o con unos cimientos tan débiles que se “desmorone” en poco tiempo y no pueda resistir ni siquiera las primeras crisis inevitables. En definitiva “para que sean preservados de los traumas de la separación y no pierdan nunca la fe en el amor.” Pero sobre todo parejas «para que su experiencia de amor pueda convertirse en un sacramento, un signo eficaz de la salvación». [4]

Los matrimonios constituyen la gran mayoría de los fieles, y a menudo son pilares en las parroquias, grupos de voluntarios, asociaciones y movimientos. Son verdaderos “guardianes de la vida”, no sólo porque engendran hijos, los educan y los acompañan en su crecimiento, sino también porque se ocupan de los mayores en la familia, se dedican al servicio de las personas con discapacidad y, a menudo, a muchas situaciones de pobreza con las que entran en contacto.

Es de las familias de donde nacen las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada; y son las familias las que componen el tejido de la sociedad y “remiendan sus desgarros” con paciencia y sacrificios diarios.

Por eso las parejas jóvenes, necesitan de un itinerario relativamente amplio, inspirado en el catecumenado bautismal, que les permita vivir más conscientemente el sacramento del matrimonio, a partir de una experiencia de fe y de un encuentro con Jesús. [1]

 

Catecumenado matrimonial

En la Iglesia primitiva – según la convicción común de los Padres – una clara orientación cristiana de la vida debía preceder a la celebración del sacramento. «Primero hay que hacerse discípulo del Señor y luego ser admitido al santo bautismo», afirma san Basilio.[7]

Una formación en la fe y un acompañamiento en la adquisición de un estilo de vida cristiano, dirigidos específicamente a las parejas, serían de gran ayuda hoy en día con vistas a la celebración del matrimonio.[8]

El catecumenado matrimonial, en concreto, no pretende ser una mera catequesis, ni transmitir una doctrina. Pretende hacer resonar entre los cónyuges el misterio de la gracia sacramental, que les corresponde en virtud del sacramento: hacer que la presencia de Cristo viva con ellos y entre ellos. [9]

El antiguo catecumenado era, en efecto, el momento en que se formaba a los candidatos al bautismo alimentando en ellos la fe y animándolos a la conversión

El catecumenado, en efecto, puede inspirar nuevos caminos de renovación de la fe en cada época, porque propone un estilo de acompañamiento de las personas – pedagógico, gradual, ritualizado – que siempre conserva su eficacia

Es necesario recorrer con ellos el camino que los lleva a tener un encuentro con Cristo, o a profundizar en esta relación, y a hacer un auténtico discernimiento de la propia vocación nupcial, tanto a nivel personal como de pareja. [10]                                                                                                   El matrimonio no es un punto de llegada: es una vocación, es un camino de santidad que abarca toda la vida de la persona. [12]

8. Para llevar a cabo eficazmente una renovada pastoral de la vida conyugal, es indispensable que tanto los matrimonios acompañantes, en las parroquias y en los movimientos familiares, como los sacerdotes, desde su formación en el seminario, y los religiosos y consagrados, estén adecuadamente formados y preparados para la complementariedad recíproca y la corresponsabilidad eclesial.[15]

Al recibir la petición de los jóvenes que desean casarse por la Iglesia, tienen una gran responsabilidad de acoger, animar y orientar bien a las parejas, haciendo aparecer desde el principio la profunda dimensión religiosa implícita en el matrimonio cristiano, muy superior a un simple “rito civil” o “costumbre”.[18]  Junto a los sacerdotes y religiosos, un papel primordial debe ser desempeñado por los matrimonios.

Para una pastoral renovada de la vida conyugal

11. Por lo tanto, la renovación pastoral deseada por el papa Francisco desde el inicio de su pontificado [21] debe referirse también a la pastoral de la vida conyugal. En este ámbito, el camino de la renovación puede indicarse a partir de tres “notas” específicas: transversalidad, sinodalidad y continuidad.

Por otra parte, la pastoral infantil, la pastoral juvenil y la pastoral familiar deben caminar juntas, en sinergia.

Siempre debe estar presente la perspectiva vocacional, que unifica y da coherencia al camino de fe y de vida de las personal e incluso la pastoral social debe integrarse con la pastoral familiar,

La “continuidad” se refiere al carácter no “episódico” sino “prolongado en el tiempo” – incluso se podría decir “permanente” – de la pastoral de la vida conyugal.

Hay largos períodos de “abandono pastoral” de ciertas fases de la vida de las personas y de las familias, por ejemplo, en los padres después de las catequesis para el bautismo de sus hijos, o en los niños después de la primera comunión.

PROPUESTA

«Realizar un verdadero catecumenado de los futuros esposos, que incluya todas las etapas del camino sacramental: los tiempos de la preparación al matrimonio, de su celebración y de los años inmediatamente sucesivos». [25]

 


TENER EN CUENTA

- Que dure el tiempo suficiente para que las parejas puedan reflexionar y madurar;

- Que, partiendo de la experiencia concreta del amor humano, la fe y el encuentro con Cristo se sitúen en el centro de la preparación al matrimonio;

- Que se organice por etapas, marcadas – cuando sea posible y apropiado – por ritos de pasos que se celebren dentro de la comunidad;

- Que englobe todos estos elementos (sin excluir ninguno): formación, reflexión, diálogo, confrontación, liturgia, comunidad, oración, fiesta.

Notas:

1.      Hay casos en los que el catecumenado matrimonial no podrá o no deberá ser seguido, sino que hay que encontrar otras maneras y formas de preparación al matrimonio.

2.      La creatividad pastoral será esencial, así como la flexibilidad con respecto a la situación concreta de las diferentes parejas: práctica religiosa, motivaciones sociales y económicas, edad, convivencia, presencia de hijos y otros factores relacionados con la decisión de casarse.

3.      El catecumenado matrimonial no es una preparación para un “examen que hay que pasar”, sino para una “vida que hay que vivir”.

4.      El Ritual de Iniciación Cristiana para Adultos puede ser un marco de referencia general en el que inspirarse.

5.      Será especialmente importante hacer hincapié en lo que precede y sigue al catecumenado (primera evangelización y mistagógica, respectivamente)

 

IMPORTANTE

Por lo tanto, será necesaria la gradualidad, la acogida y el apoyo, pero también el testimonio de otros cónyuges cristianos que acojan y “estén presentes” en el camino.

Por ello, es que en las comunidades se dé más espacio a la presencia activa de los cónyuges como matrimonios, como agentes de la pastoral matrimonial, y no sólo como creyentes individuales. Las experiencias “personalizadas” en subgrupos deben reforzarse para trabajar, escuchar y preparar – si es necesario también con cada pareja por separado – para que las parejas sean seguidas de cerca por los matrimonios acompañantes, que pueden contribuir a crear un clima de amistad y confianza. Usar la casa también sirve para que se sientan acogidos y a gusto.

21. El equipo de acompañantes que guía el camino puede estar formado por matrimonios ayudados por un sacerdote y otros expertos en pastoral familiar, así como por religiosos e incluso por parejas separadas que han permanecido fieles al sacramento, que pueden ofrecer su testimonio y experiencia vocacional de forma constructiva, contribuyendo así a mostrar el rostro de una Iglesia acogedora, plenamente inmersa en la realidad, y que está al lado de todos. Hay que procurar asignar esta tarea no a una sola, sino a varias parejas, preferiblemente de diferentes edades, y no asignar el mismo equipo durante muchos años, previendo una rotación adecuada. La colaboración entre parroquias y/o áreas pastorales es también indispensable para favorecer la diversificación de caminos y la posibilidad de ofrecer un camino de formación a todos.

22. Algunas temáticas complejas relativas a la sexualidad conyugal o a la apertura a la vida (por ejemplo, la paternidad responsable, la inseminación artificial, el diagnóstico prenatal y otras cuestiones bioéticas) tienen fuertes implicaciones éticas, relacionales y espirituales para los cónyuges, y requieren hoy en día una formación específica y una claridad de ideas. Sobre todo, porque algunas formas de abordar estas cuestiones presentan aspectos morales problemáticos. Los propios acompañantes no siempre están capacitados para tratar estas cuestiones, que en cambio están muy extendidas. La participación de personas más experimentadas, en estos casos, es aún más apropiada.[26]

23. En el transcurso del itinerario, los ritos tienen la función de marcar la conclusión de una etapa y el comienzo de la siguiente. Entre los ritos a considerar, antes de llegar al rito matrimonial propiamente dicho, pueden estar: la entrega de la Biblia a los novios, la presentación a la comunidad, la bendición de los anillos de compromiso, la entrega de una “oración de pareja” que los acompañará en su camino.

Asegurar que las transiciones de un tiempo a otro estén marcadas por el discernimiento, los símbolos y los ritos que haya una clara conexión entre los otros sacramentos (bautismo, eucaristía, confirmación) y el matrimonio. Todo ello, teniendo en cuenta que la pedagogía de la fe implica el encuentro personal con Cristo, la conversión del corazón y de la vida práctica, y la experiencia del Espíritu en la comunión eclesial.

 

 

24 Fases y Etapas

Una fase pre-catecumenal La fase propiamente catecumenal consta de tres etapas distintas: la preparación próxima, la preparación inmediata y el acompañamiento de los primeros años de vida matrimonial.

A. Fase pre-catecumenal: preparación remota

- Pastoral de la infancia

- Pastoral juvenil

B. Fase intermedia (algunas semanas): tiempo de acogida de los candidatos

Rito de entrada al catecumenado (al final de la fase de acogida)

C. Fase catecumenal

- Primera etapa: preparación próxima (aproximadamente un año)

Rito del compromiso (al final de la preparación próxima)

Breve retiro de entrada a la preparación inmediata

- Segunda etapa: preparación inmediata (varios meses)

Breve retiro de preparación para la boda (unos días antes de la celebración)

- Tercera etapa: primeros años de vida matrimonial (2-3 años)

 

25. La experiencia pastoral en gran parte del mundo muestra ahora la presencia constante y generalizada de “nuevas solicitudes” de preparación al matrimonio sacramental por parte de parejas que ya viven juntas, han celebrado un matrimonio civil y tienen hijos.

Tales peticiones ya no pueden ser eludidas por la Iglesia, ni pueden ser aplanadas dentro de caminos trazados para quienes vienen de un camino mínimo de fe; más bien, requieren formas de acompañamiento personalizado, o en pequeños grupos, orientadas a una maduración personal y de pareja hacia el matrimonio cristiano, a través del redescubrimiento de la fe a partir del bautismo y la comprensión gradual del significado del rito y sacramento del matrimonio.

A. Fase pre-catecumenal: preparación remota    (grupo de parejas jóvenes)

1. Catequesis infantil y adolescentes: una sana antropología cristiana

2. 29. El proceso de formación iniciado con los niños podrá ser continuado y profundizado con los adolescentes y jóvenes, para que no lleguen a la decisión de casarse casi por casualidad y después de una adolescencia marcada por experiencias afectivas y sexuales dolorosas para su vida espiritual. Otros tantos nunca han pensado en el matrimonio como una vocación y, por lo tanto, se conforman con la cohabitación.

3. 30. Los jóvenes están expuestos a dos peligros: por un lado, la difusión de una mentalidad hedonista y consumista que les priva de toda capacidad de comprender el bello y profundo significado de la sexualidad humana. Por otro, la separación entre la sexualidad y el “para siempre” del matrimonio.

4.  Es especialmente urgente crear o reforzar los itinerarios pastorales dirigidos especialmente a los jóvenes en edad de pubertad y adolescencia.

31. Tanto la fase de la infancia como la de la adolescencia y de la primera juventud forman parte de un único itinerario educativo, sin interrupción en la continuidad, basado en dos verdades fundamentales: «la primera es que el hombre está llamado a vivir en la verdad y en el amor; la segunda es que cada hombre se realiza mediante la entrega sincera de sí mismo» [32] en una vocación. Iluminar a los jóvenes sobre la relación que tiene el amor con la verdad les ayudará a no temer de forma fatalista los sentimientos cambiantes y la prueba del tiempo.[33]

33. Lo que ayuda mucho a los jóvenes es un acompañamiento cercano y rico de testimonio. Siempre despierta un gran interés entre los jóvenes escuchar directamente a los cónyuges que cuentan su historia como pareja, dando las razones de su “Sí”, o el testimonio de las parejas de novios – incluso de los que aún no han decidido casarse – que buscan vivir cristianamente su noviazgo como un importante tiempo de discernimiento y verificación, incluyendo a los que han hecho la elección de la castidad antes del matrimonio, y que cuentan a los jóvenes las razones de su elección y los frutos espirituales que se derivan de ella.[36]

36. En resumen, los objetivos de la preparación remota son: a) educar a los niños en la estima de sí mismos y en la estima de los demás, en el conocimiento de la propia dignidad y en el respeto a de los demás; b) presentar a los niños la antropología cristiana y la perspectiva vocacional contenida en el bautismo que conducirá al matrimonio o a la vida consagrada; c) educar a los adolescentes en la afectividad y la sexualidad en vista de la futura llamada a un amor generoso, exclusivo y fiel (ya sea en el matrimonio, en el sacerdocio o en la vida consagrada); d) proponer a los jóvenes un camino de crecimiento humano y espiritual para superar la inmadurez, los miedos y las resistencias a abrirse a relaciones de amistad y de amor, no posesivas ni narcisistas, sino libres, generosas y oblativas.

B. Fase intermedia: acogida de los candidatos

37. La fase intermedia de acogida puede tener una duración variable: unas semanas para los que ya provienen de un proceso de formación cristiana, unos meses para los que, además de hacer un primer discernimiento en su compromiso, necesitan profundizar en su identidad bautismal. También se puede prever una fase de acogida para las parejas que se incorporan al itinerario más tarde.

1. Que el momento de la acogida se convierta en una proclamación del kerigma, para que el amor misericordioso de Cristo constituya el auténtico “lugar espiritual” en el que se acoge a la pareja. [42]

2 . El “primer anuncio” de la fe tiene un carácter kerigmático, sino que el mismo sacramento del matrimonio debe ser objeto de un verdadero anuncio por parte de la Iglesia, especialmente en relación con las personas que carecen de una experiencia madura de fe y de compromiso eclesial.

3. La propuesta catequética, por lo tanto, tratará de resaltar la naturaleza conyugal y familiar del amor y destacará todas sus características peculiares: totalidad, complementariedad, unicidad, definitividad, fidelidad, fecundidad, carácter público.

4. La pastoral conyugal, en definitiva, debe tener siempre un tono alegre y kerigmático – vigoroso y al mismo tiempo proactivo. El testimonio, la belleza y la fuerza motriz de las familias cristianas podrán acudir en ayuda de los pastores ante estos desafíos.[45]

5. Que exista una voluntad interior de iniciar con el catecumenado matrimonial un camino de fe-conversión. Sólo cuando las parejas hayan madurado su decisión de continuar en el camino de la fe, pasarán a la siguiente etapa.

Cristianos no practicantes

Hoy en día de personas bautizadas que piden matrimonio por la Iglesia sin una experiencia madura de fe y de implicación eclesial requiere una actitud pastoral de mayor atención hacia ellas que la que se ha tenido hasta ahora.[48]

44. A las personas bautizadas no practicantes, con poca o ninguna experiencia de fe, será más necesario que nunca dirigirles una invitación explícita a seguir un itinerario catecumenal, orientado a una acogida del kerigma, a una formación de la mente y del corazón según las enseñanzas de Jesús, y a una integración en la vida de la Iglesia.

·         Sin embargo, una condición necesaria para el acceso al sacramento del matrimonio y su validez sigue siendo, no un cierto “nivel mínimo de fe” por parte de los que se quieren casar establecido a priori,[52] sino su intención de hacer lo que la Iglesia entiende realizar al celebrar el matrimonio entre bautizados.[53]

·          Si rechazan explícita y formalmente lo que la Iglesia quiere realizar al celebrar el matrimonio, los novios no podrán ser admitidos a la celebración sacramental.[54

·         Hacer aflorar las verdaderas intenciones de los novios para que ellos mismos tomen conciencia de ellas y las manifiesten sinceramente a sus acompañantes, a fin de evitar que la preparación y la celebración del matrimonio se reduzcan a actos puramente exteriores.

·         Sólo redescubriendo el don de ser cristianos – nuevas criaturas, hijos de Dios, amados y llamados por Él – es posible un claro discernimiento del sacramento del matrimonio, en continuidad con la propia identidad bautismal y como realización de una llamada específica de Dios.

·         Caso especial: se trata de aquellas parejas en las que una parte es cristiana y la otra es de una religión no cristiana, o en las que una parte es católica y la otra es de otra confesión cristiana, no católica. Asimismo, puede haber parejas en las que ambas partes son católicas, pero una de ellas se niega a seguir el camino catecumenal. En todos estos casos, corresponderá al presbítero valorar la mejor manera de proceder en la preparación al matrimonio.

C. Fase catecumenal

48. El catecumenado será un período de formación de duración variable, que comprende la preparación próxima, la preparación inmediata y el acompañamiento durante los primeros años de matrimonio.

Primera etapa: preparación próxima

49. El catecumenado matrimonial en esta etapa adquirirá el carácter de un verdadero itinerario de fe, durante el cual el mensaje cristiano será redescubierto y reproducido en su perenne novedad y frescura.[57]

Sagradas Escrituras, especialmente el Génesis, los Profetas y el Cantar de los Cantares, que contienen textos fundacionales y simbólicos para el sacramento del matrimonio. Oraciòn , misión y servicio

52. Será importante en esta etapa profundizar en todo lo que tiene que ver con la relación de pareja y la dinámica interpersonal que conlleva, con sus “reglas”, sus leyes de crecimiento, los elementos que la fortalecen y los que la debilitan.

55. El objetivo específico de esta etapa es finalizar el discernimiento de cada pareja sobre su vocación matrimonial. Esto puede llevar a la decisión libre, responsable y meditada de contraer matrimonio, o puede llevar a la decisión igualmente libre y meditada de terminar la relación y no casarse.

Es importante, por lo tanto, mostrar que la virtud de la castidad no sólo tiene una dimensión negativa que pide a cada uno, según su estado de vida, abstenerse de un uso desordenado de la sexualidad, sino que también posee una dimensión positiva muy importante de libertad de la posesión del otro – en términos físicos, morales y espirituales – que, en el caso de la llamada al matrimonio, tiene una importancia fundamental para orientar y alimentar el amor conyugal, preservándolo de cualquier manipulación

La castidad vivida en continencia permite que la relación madure gradualmente y en profundidad. Cuando, de hecho, como sucede a menudo, la dimensión sexual-genital se convierte en el elemento principal, si no el único, que mantiene unida a una pareja, todos los demás aspectos, inevitablemente, pasan a un segundo plano o se oscurecen y la relación no progresa. La castidad vivida en continencia, por el contrario, facilita el conocimiento recíproco entre los novios, porque al evitar que la relación se fije en la instrumentalización física del otro, permite un diálogo más profundo, una manifestación más libre del corazón y el surgimiento de todos los aspectos de la propia personalidad – humanos y espirituales, intelectuales y afectivos – de manera que se permita un verdadero crecimiento en la relación, en la comunión personal, en el descubrimiento de la riqueza y de los límites del otro: y en esto consiste la verdadera finalidad del tiempo de noviazgo.[75]

Como esposos, en efecto, emerge aún más claramente la importancia de aquellos valores y atenciones que enseña la virtud de la castidad: el respeto del otro, el cuidado de no someterlo nunca a los propios deseos, la paciencia y la delicadeza con el cónyuge en los momentos de dificultad, física y espiritual, la fortaleza y el autodominio necesarios en los momentos de ausencia o enfermedad de uno de los cónyuges, etc.[76]

59. Al final de esta etapa, y como señal de entrada en la siguiente etapa de preparación inmediata, podría tener lugar el rito del compromiso. Este rito – con la bendición de los novios y de los anillos de compromiso (allí donde se utiliza esta costumbre) – adquiere todo su sentido sólo cuando se celebra y se vive con fe, ya que en él se piden al Señor las gracias necesarias para crecer en el amor y prepararse dignamente al sacramento del matrimonio.[77]

Segunda etapa: preparación inmediata

64. En los meses que preceden a la celebración del matrimonio, tiene lugar la preparación inmediata de las nupcias.[82]

. En efecto, siempre es necesario superar la mera visión sociológica del matrimonio para hacer comprender a los cónyuges el misterio de la gracia que está implícito en él y, más generalmente, para hacerles comprender toda la dinámica espiritual de la vida cristiana que subyace en él.

Las parejas deben ser iluminadas sobre el extraordinario valor de “signo sacramental” que va a adquirir su vida conyugal: con el rito nupcial, se convertirán en un sacramento permanente de Cristo que ama a la Iglesia. Al igual que los ministros ordenados están llamados a convertirse en “iconos vivos” de Cristo sacerdote, del mismo modo los cónyuges cristianos están llamados a convertirse en “iconos vivos” de Cristo esposo.

Las parejas deben ser iluminadas sobre el extraordinario valor de “signo sacramental” que va a adquirir su vida conyugal: con el rito nupcial, se convertirán en un sacramento permanente de Cristo que ama a la Iglesia. Al igual que los ministros ordenados están llamados a convertirse en “iconos vivos” de Cristo sacerdote, del mismo modo los cónyuges cristianos están llamados a convertirse en “iconos vivos” de Cristo esposo.

70. Unos días antes del matrimonio, un retiro espiritual de uno o dos días será muy beneficioso. Aunque esto puede parecer poco realista, dados los numerosos compromisos debidos a la planificación de la boda, hay que decir que, en los casos en que se ha aplicado, ha demostrado tener grandes beneficios.

La celebración del sacramento de la reconciliación es de gran importancia.[9

73. En resumen, los objetivos de la preparación próxima son: a) recordar los aspectos doctrinales, morales y espirituales del matrimonio (explicitando también los contenidos de las charlas canónicas prescritas); b) vivir experiencias espirituales de encuentro con el Señor; c) prepararse para una participación consciente y fructífera en la liturgia nupcial.[92]

 

Tercera etapa: acompañamiento de los primeros años de vida matrimonial

74. El itinerario catecumenal no termina con la celebración del matrimonio. De hecho, más que como un acto aislado, debe considerarse como la entrada en un “estado permanente”, que requiere por tanto una “formación permanente” específica, hecha de reflexión, diálogo y ayuda de la Iglesia.[93] Para ello, es necesario “acompañar” al menos los primeros años de vida matrimonial[94] y no dejar a los recién casados en la soledad.[95]

76. Para que todo esto se pueda dar, se propondrá a las parejas la continuación del itinerario catecumenal, con encuentros periódicos – posiblemente mensuales o con otra periodicidad, a criterio del equipo de acompañamiento y según las posibilidades de las parejas – y otros momentos, tanto comunitarios como de pareja.[98] Si la pareja al casarse cambia de residencia y de parroquia, será bueno que pueda integrarse en la nueva parroquia y que ésta la invite a los itinerarios de acompañamiento de los matrimonios de la nueva comunidad.

77. Este es un momento oportuno para una verdadera “mistagogía matrimonial”.

Muchas veces ocurre que la atención de los matrimonios jóvenes se centra en la necesidad de ganar dinero y en los hijos, descuidando el empeño en la calidad de su relación mutua y olvidando la presencia de Dios en su amor. Merece la pena ayudar a los matrimonios jóvenes a saber encontrar tiempo para profundizar en su amistad y acoger la gracia de Dios. Ciertamente, la castidad prematrimonial favorece este camino, porque da a los recién casados tiempo para estar juntos, para conocerse mejor, sin pensar inmediatamente en la procreación y el crecimiento de los hijos.

78. Desde el principio de la vida matrimonial, es importante recibir una ayuda concreta para vivir la relación interpersonal con serenidad. Son muchas las cosas nuevas que hay que aprender: aceptar la diversidad del otro que se manifiesta de inmediato;[105] no tener expectativas irreales de la vida en común y considerarla como un camino de crecimiento;[106] gestionar los conflictos que inevitablemente surgen;[107] conocer las diferentes etapas por las que pasa toda relación de amor;[108] dialogar para buscar un equilibrio entre las necesidades personales y las de la pareja y la familia;[109] adquirir hábitos cotidianos saludables;[110] establecer una relación adecuada con las familias de origen desde el principio;[111] empezar a cultivar una espiritualidad conyugal compartida;[112] y muchas cosas más.

81. La pastoral matrimonial será ante todo una pastoral del vínculo: [117] ayudará a las parejas, cada vez que se enfrenten a nuevas dificultades, a tener en el corazón, por encima de todo, la defensa y la consolidación de la unión matrimonial, por su propio bien y por el de sus hijos. Es necesario, en los encuentros que se les proponen, insistir en la sacralidad del vínculo conyugal y, como demuestra la experiencia, en el hecho de que los bienes – espirituales, psicológicos y materiales – que se derivan de la conservación de la unión, son siempre muy superiores a los que se espera obtener de una eventual separación. Esto enseñará la paciencia, la fortaleza y la prudencia que hay que tener en los momentos de dificultad, aprendiendo a no ver en la disolución del vínculo conyugal una solución precipitada de los problemas, como desgraciadamente se aconseja a menudo a las parejas.

Acompañamiento de las parejas “en crisis”

87. En la historia de todo matrimonio puede haber momentos en los que la comunión conyugal disminuye y los cónyuges se encuentran con periodos, a veces largos, de sufrimiento, fatiga e incomprensión, pasando por verdaderas “crisis” conyugales. Forman parte de la historia de las familias: son fases que, si se superan, pueden ayudar a la pareja a ser feliz «de una manera nueva, a partir de las posibilidades que abre una nueva etapa», haciendo que madure aún más «el vino de la unión».[127]

Sin embargo, para evitar que la situación de crisis se agrave hasta convertirse en irremediable, es aconsejable que la parroquia o la comunidad disponga de un servicio pastoral de acompañamiento de las parejas en crisis, al que puedan acudir quienes perciban que se encuentran en esta situación particular: «un ministerio dedicado a aquellos cuya relación matrimonial se ha roto parece particularmente urgente».[128] Prevenir las rupturas, en efecto, es un factor decisivo hoy en día para evitar las separaciones, que pueden deteriorar y dañar irremediablemente el vínculo.

88. Dado que la experiencia demuestra que «en situaciones difíciles o críticas la mayoría [de las personas] no acude al acompañamiento pastoral, ya que no lo siente comprensivo, cercano, realista, encarnado»,[129] conviene que – además del pastor – sean los cónyuges, especialmente los que han vivido una crisis después de haberla superado, los que se conviertan en “acompañantes” de las parejas en dificultad o ya divididas. Son ellos los que serán la “comunidad de acompañamiento”, los que podrán dar testimonio y manifestar que el buen samaritano es Cristo resucitado, que conserva las heridas en su cuerpo glorioso y que, por eso mismo, siente compasión por el hombre herido, abandonado en el camino:[130] las parejas en dificultad.

89. Para ello, también es urgente poner en marcha proyectos de formación destinados a las parejas que acompañan tanto a los que están en crisis como a los separados, con el fin de crear las condiciones para un servicio pastoral que responda a las necesidades de las familias. La atención debe ser doble: a los cónyuges en dificultad, pero también a los hijos, cuando los haya. Estos han de ser acompañados con un diálogo psicológico y espiritual capaz de captar su malestar personal y familiar y apoyarlos.

En este contexto, vuelve a cobrar importancia la pastoral del vínculo, que, desde los primeros años de vida matrimonial, debe acompañar a los jóvenes cónyuges en las distintas etapas de su vida en común. En efecto, las crisis, que forman parte del camino, deben transformarse en oportunidades, a veces dolorosas, que, si bien producen heridas y llagas en el corazón y en la carne, dejan espacio para la reconciliación, el perdón y la acción de la gracia, que sigue operando en el vínculo sacramental.

90. Hay crisis comunes, que se dan en todos los matrimonios, que marcan determinadas etapas de la vida familiar (la llegada del primer hijo, la educación de los hijos, el “nido vacío”, la vejez de los padres); pero también hay crisis personales, vinculadas a dificultades económicas, laborales, afectivas, sociales, espirituales, o a circunstancias y acontecimientos traumáticos e inesperados.[131] En todos estos casos, «el difícil arte de la reconciliación, que requiere del sostén de la gracia, necesita la generosa colaboración de familiares y amigos, y a veces incluso de ayuda externa y profesional».[132] Se trata de garantizar un acompañamiento no sólo psicológico, sino también espiritual, para recuperar, con un camino mistagógico gradual y personalizado y con los sacramentos, el significado profundo del vínculo y la conciencia de la presencia de Cristo entre los cónyuges. El silencio en el corazón, invocando el nombre de Jesucristo y escuchando su voz, puede ayudarles a crear las condiciones para que Él alimente su relación, les ayude en sus dificultades, se detenga y beba con ellos el cáliz del sufrimiento, estando a su lado como el peregrino con los discípulos de Emaús (cf. Lc 24,13).

93. A pesar de todo el apoyo que la Iglesia puede ofrecer a las parejas cristianas, hay, sin embargo, situaciones en las que la separación es inevitable. «A veces puede llegar a ser incluso moralmente necesaria, cuando precisamente se trata de sustraer al cónyuge más débil, o a los hijos pequeños, de las heridas más graves causadas por la prepotencia y la violencia, el desaliento y la explotación, la ajenidad y la indiferencia». Sin embargo, «debe considerarse como un remedio extremo, después de que cualquier intento razonable haya sido inútil»[133].

En estos casos, «un discernimiento particular es indispensable para acompañar [también] pastoralmente a los separados, los divorciados, los abandonados. Hay que acoger y valorar especialmente el dolor de quienes han sufrido injustamente la separación, el divorcio o el abandono, o bien, se han visto obligados a romper la convivencia por los maltratos del cónyuge. El perdón por la injusticia sufrida no es fácil, pero es un camino que la gracia hace posible. De aquí la necesidad de una pastoral de la reconciliación y de la mediación, a través de centros de escucha especializados que habría que establecer en las diócesis»[134].

] La dimensión nupcial de las dos vocaciones – orden y matrimonio – se manifiesta en estos casos, una vez más, en Pocos lugares les prestan atención pastoral. Su situación particular, alimentada por el don de la fidelidad al sacramento del matrimonio, por otra parte, puede ser un testimonio y un ejemplo para las parejas jóvenes, pero también para los sacerdotes, que pueden descubrir y “ver” en la vida de estas personas la presencia constante de Cristo esposo, fiel incluso en la soledad y el abandono: una soledad “habitada”, marcada por la intimidad con el Señor y el vínculo con la Iglesia y la comunidad, que se hace presente y compañera de camino, toda su belleza y complementariedad. En este sentido, también es necesario descubrir dentro de la Iglesia el protagonismo pastoral de los fieles separados, que pueden desempeñar papeles significativos en la comunidad y a su vez ser de ayuda a los demás.

viernes, abril 12, 2024

Formación catequística

 


CURSO 2024-24    CATEQUESIS PARA LA VIDA CRISTIANA

Iº Encuentro  08/02/2024   

Unas catequesis insuficientes 

    En una época pasada, que llamamos tiempos de cristiandad, se suponía que por medio de la participación en el ambiente, se hacían cristianos por “osmosis", a penas sin tomar conciencia de la novedad que trae Jesucristo y sin sentirse incitado a hacer una opción personal.

    La Iglesia daba por su puesto que los bautizados ya estaban iniciados; consideraban la catequesis como una mera preparación para la recepción de los sacramentos y la centraba en dar contenidos para ilustrar esa identidad que se suponía que las personas traían consigo.

    La catequesis fundamentalmente era enseñar las verdades de la fe, dar a conocer los mandamientos de la ley de Dios y de la Iglesia, memorizar las oraciones del cristiano y preparar para recibir los sacramentos, ni más ni menos de lo que sea hecho toda la vida.

2. Hoy se vine trabajando en ampliar y renovar la acción catequística. Se habla de “La catequesis de la experiencia”, por supuesto ¨la experiencia humana es constitutiva de la catequesis¨ (DC 197), pero tiene un límite, el subjetivismo, en el que el grupo de catequesis y sus miembros pueden convertirse  en la medida del Evangelio. Algunos hablan de catequesis antropológica, pero hay que aclarar que el don de la vida inmortal es don de Dios para los que creen. 

    Se busca una catequesis que se  atractiva para los adolescentes, para  ello pues las dinámicas y metodologías adquieren un protagonismo especial, y corren el peligro de convertir las propias experiencias en auto referencia, lejos de abrirse a la novedad de Jesucristo que media la Iglesia, cerrando se a una actitud discipular. 

Pero hoy nuestra catequesis sigue siendo una preparación doctrinal para la recepción de los sacramentos, ni más ni menos de lo que sea hecho toda la vida. No obstante,  la renovación catequística no ha sido en vano y hoy cada vez esta más presente en el catequeista que la referencia fundamental a la Palabra es totalmente necesaria. Tener contacto directo con el evangelio, lo que llamamos momento de iluminación, y con la fe de la comunidad es fundamental. Todo ello hace que se priorice  el Kerigma en el proceso catequístico.

Pero es fácil de percibir que algo falta, pues pareciera que no se lograr favorecer el encuentro personal con Jesucristo, el Maestro y el Señor, frenando el proceso discipular. 

3.     En este momento la Iglesia ya tiene una clara visión de lo que es necesario para que la catequesis cumpla su misión engendradora de vida en Cristo.

    Una catequesis inspirada en el catecumenado bautismal. Práctica que en el pasado pagano alumbraba la fe e iniciaba a la vida cristiana a aquellos que optaban por seguir a Cristo. También la catequesis inspirada en el catecumenado debe ser utilizada  en la formación para la vida cristiana de los ya bautizados pero no evagelizados. La Iglesia es madre y maestra. Ella engendra a sus hijos a los misterios de la fe y por medio de la catequesis y los sacramentos los engendran como hijos de Dios e hijos suyos y así crece la vida de Jesucristo para la salvación.

Hablatr de Catiquesis de iniciación a la vida cristiava es una manera de priorizar la formación para la voida cristiana.

4. La catequesis la debemos ver en el contexto del proceso de evangelización e iniciación a la vida cristiana en la misión de la Iglesia, tenemos que señalar que la catequesis no es tanto un proceso de conocimiento, como una relación personal que nos conduce al encuentro con Cristo, que nos hace discípulos suyos y por la gracia del Espíritu nos identifica con él, Maestro y Señor, nos hace participes de su relación filial con el Padre. Siguiendo el estilo de Jesús en su ministerio palabra y obra -signos- están estrechamente unidos, en la catequesis pedagogía de la fe y contenido del mensaje cristiano están íntimamente articulados.



2º Encuentro    03/2024  

Catequesis de iniciación en, el corazón de la misión evangelizadora

El proceso evangelizador está estructurado de la siguiente manera:                            

(1)    La acción misionera para los no creyentes y para los que viven la indiferencia religiosa;

(2)    la acción catequética-de iniciación para los que optan por el Evangelio y para los que necesitan completar o restructurar su iniciación;

(3)    y la acción pastoral para los fieles cristianos ya maduros, en el seno de la comunidad cristiana. (DGC 49)

La misión de la Iglesia

 Situar la tarea catequística en el conjunto de la misión de la Iglesia. Encajar la catequesis entre las actividades de nuestra comunidad, y conocer nuestra misión propia dentro de la misión evangelizadora de la Iglesia.

La Iglesia existe para evangelizar

´  Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar (EN 14).

´  Evangelizar es llevar el Evangelio a todos los hombres para, con la fuerza del Espíritu que actúa en él, renovar a las personas y a sus ambientes según el plan que Dios tiene sobre la humanidad y el conjunto de la creación

¿Qué es evangelizar?

´   El Evangelio es el propio Jesucristo. Por tanto, evangelizar es dar testimonio con obras y palabras de Jesús, manifestar su gracia en los sacramentos y la vida fraterna, de tal modo que quien se encuentre con Él acoja la misericordia divina, se reconozca hijo de Dios y se convierta en fermento de fraternidad.
La Iglesia ha de ser presencia viva de Cristo Resucitado, que por la acción del Espiritusanto engendra hijos para Dios.

´  La gradualidad de la evangelización 

´  Si es verdad que Jesús dotó a su Iglesia de los medios para cumplir su misión: con el don del Espíritu le concedió el anuncio de la Palabra, la celebración de los sacramentos, la vida de caridad que se expresa por el servicio y la fraternidad.

Pero ella sabe adaptarse a la situación de fe las personas, los grupos y los pueblos a los que se acerca. A todos revela el Amor de Dios, a unos con su servicio y atendiendo sus necesidades; a otros les revela la presencia de Cristo por el anuncio del Evangelio; a los que desean ser sus discípulos les inicia en la vida de fe por la catequesis y los sacramentos; y a los que ya están iniciados, les sostiene en la vida fraterna y en la misión de proclamar la Palabra, en la participación de las celebraciones litúrgico-sacramentales.

´  Etapas del proceso evangelizador

´  La etapa misionera dirige su acción a los no creyentes para suscitar en ellos su conversión o fe inicial, atraídos por el amor de Dios al encuentro con Jesús, para ser sus discípulos y participes del pueblo de los hijos de Dios.

´  La etapa catequética  iniciación mediante el itinerario y acompañamiento llevar al discípulo a confesar la fe en Dios Trinidad, participe en loso sacramentos de iniciación o, cuando los haya recibido, acoja la gracia que en ellos se le otorgó. La mistagogia es momento importante del proceso catequético, pues está referido a que el neófito vaya asimilando la vivencia del Misterio de Cristo a través de la oración y los sacramentos.

´  La etapa pastoral que se desarrolla en la comunidad cristiana con los ya iniciados en la fe tiene como objetivo asegurar la vida fraterna y misionera de la propia comunidad, asumiendo su vocación y misión particular en la Iglesia y en el mundo.

´  La catequesis no se confunde con la misión evangelizadora de la Iglesia, pero sí es una acción fundamental de la misma. Sin una buena actividad catequística, la misión eclesial no engendraría en la fe a los discípulos de Jesús y, por tanto, no habría verdaderos testigos del Evangelio en medio del mundo.

´  Claves  pedagógicas:

´  Los catequistas debemos tener flexibilidad para echar una mano a todo el que llega a la catequesis, aceptar su condición actual y con la gracia de Cristo y el apoyo de toda comunidad ayudar a todos a ser verdaderos discípulos de Jesús.

´  La preocupación principal de los catequistas, al inicio de los encuentros, es hacer que los que ya han recibido la fe inicial y entran a la catequesis, alcancen una disposición de querer alcanzar el encuentro personal con Jesucristo y participar de su relación filial con el Padre la comunidad.

´  Nos preguntamos:

´  ¿Qué tanto, como catequista, me siento participe de la misión evangelizadora de mi comunidad y de qué modo nuestras actividades catequísticas están articuladas con el resto delas actividades de la comunidad?

´  No vienen preparados de la etapa anterior, podemos decir, pero ¿nos preocupa que podemos hacer para después de la etapa en que estamos los destinatarios sigan creciendo?  

 

III Encuentro con catequistas  11/04/2024               

1.  Catequesis de Iniciación

“Jesús dijo: Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos”. (Mt 28, 18-20)

Desde los tiempos apostólicos, para llegar a ser cristianos se sigue un camino y una iniciación que consta de varias etapas. Este camino puede ser recorrido rápida o lentamente. Y comprende siempre algunos elementos esenciales: a)El anuncio de la Palabra, b) la acogida del evangelio que lo lleva a la conversión,                        c) la profesión de fe,  d)el Bautismo,  e) la efusión del Espíritu Santo, f) el acceso a la comunión eucarística” (Catecismo de la I.C., 1229)

Ø  La misión de engendrar los hijos de Dios

Jesús resucitado a sus discípulos los envió para que continuaran la misma misión que el Padre le había encomendado en su Pascua (cf. Jn. 20,21-23): reconciliar a los hombres con Dios, hacerles partícipes de la relación filial que él tiene con el Padre y construir una familia de hermanos sonde rija la ley del amor.

Jesús le dio dos indicaciones bien claras: enseñar y bautizar. Nueva vida de fe por la acogida de la palabra y participación en su Pascua a través de la celebración de los sacramentos de iniciación.

Ø  La iniciación cristiana, núcleo central de la misión evangelizadora

La Iglesia siempre ha considerado que el núcleo esencial de su misión es proclamar la Buena Noticia: Jesucristo, con él y en él. Los hombres llegamos a ser hijos de Dios y hermanos entre nosotros y esto la Iglesia lo realiza a través de la “iniciación cristiana”.

La iglesia a través de la historia ha iniciado  a sus hijos de múltiples modos, pero siempre presentes estos elementos: el servicio a la Palabra divina, con la consiguiente respuesta de fe y la celebración de los sacramentos de iniciación.

Nos preguntamos

a.      El que utilicemos la expresión “iniciación cristina” ¿qué aporta esto a nuestra a nuestra catequesis, cambia en algo nuestro modo de concebir la catequesis?

b.     ¿Nuestras celebraciones litúrgicas- sacramentales están integradas en la catequesis, qué pasos deberíamos dar para favorecer esa integración?

2. La articulación de la iniciación cristina

En la iniciación, catequesis, liturgia y experiencia cristiana caminan juntas hacia un mismo objetivo. Podemos añadir que las dos primeras están al servicio de la dimensión espiritual, de la vida cristiana, donde se fundamenta el proceso de conversión, el encuentro y la adhesión a Jesucristo. (Cf. Custodiar, alentar y promover la memoria de Jesucristo, 8)

Ø  La iniciación cristiana, don de Dios

A veces estamos tan atareados en preparar la catequesis que olvidamos que quien hace fructificar nuestra labor no somos nosotros, sino es el propio Dios. Llegar a ser cristiano solo es posible por la acción del Espíritu. La iglesia y, los que nos dedicamos a labor catequística somos colaboradores.

“La originalidad esencial de la iniciación cristiana consiste en que Dios tiene la iniciativa y la primacía en la transformación interior de la persona y su integración en la Iglesia, haciéndolo participe de la muerte y resurrección de Cristo” (Cf. Custodiar, alentar y promover la memoria de Jesucristo,9)

Ø  La función maternal de la Iglesia

Dios ha querido que la Iglesia fuera su colaboradora; es decir, que ella, a través de la actividad iniciática, sea la que engendre en su propio seno.

Vamos como se articulan en la iniciación cristiana la paternidad de Dios y la maternidad de la Iglesia; así comprenderemos mejor cuál es nuestra contribución particular como catequistas.

Ø  El Espíritu va por delante

Las tres dimensiones de la iniciación cristiana, hemos dicho, son: la catequética, la sacramental y la espiritual. La catequesis y las celebraciones

El Espíritu Santo es el que mueve a los que se inician a abrirse al Evangelio, eligen el estilo de vida de Jesús de Nazaret, quieren participar como Jesús de su relación filial con el Padre, a disfrutar de la vida fraterna de la comunidad.

Necesitamos los catequistas estar muy atentos a esos movimientos espirituales, los acompañemos, los apoyemos sus decisiones libres a los que desean entrar en comunión de vida con Jesús.

Ø  El servicio de la catequesis y la liturgia

La catequesis es un servicio a la palabra divina. Las celebraciones son el ámbito privilegiado en el que entran en contacto con el misterio de Jesús, ese que les ha comunicado la Palabra, y donde reciben la gracia necesaria para responder en la línea de la fe. Las comunidades cristianas deben entrelazar las catequesis y las celebraciones litúrgica al  proceso  espiritual de conversión y de fe  que siguen los que se inician, es el ámbito en que los discípulos de Jesús  entran en contacto con el <misterio de Dios y son transformados  en hijos suyos.

Claves pedagógicas

 La sensibilidad espiritual de los catequistas es la que les permite reconocer los discípulos llegan a ser hijos de Dios, por la gracia del Espíritu y la actividad iniciática de la Iglesia.

El grupo catequístico es importante para el proceso iniciático, pero es necesario el acompañamiento personalizado que permite reconocer la acción de la gracia y la respuesta personal de fe.

Nos preguntamos

 Conocemos que la iniciación cristina es una gracia de Dios ¿De qué modo nuestra catequesis lo tiene en cuenta?

 ¿El reconocer la importancia de la iniciación cristiana cambia en algo nuestras catequesis? ¿En qué?






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