CONCLUSIONES DEL SINODO SOBRE LA SINODALID
·
La sinodalidad como esencia propia de la Iglesia, cuyo significado hay
que seguir profundizando.
·
El reconocimiento de algunos errores históricos que han entorpecido la
sinodalidad, como el clericalismo, el machismo y el uso inadecuado de la
autoridad.
·
La actitud de escucha a toda la Iglesia. Muchos que hasta ahora han
podido sentirse excluidos o incluso heridos por la Iglesia son reconocidos, no
como objeto de discusión, sino como sujetos que quieren aportar su mirada.
·
Propuestas audaces sobre revisión del Derecho Canónico para asimilar la
incorporación de laicos, también mujeres, a diversos ministerios, incluso el
diaconado.
·
Al final del documento se anima a que el proceso sinodal siga en las
iglesias locales.
Me pregunto si nuestros obispos
tomarán valientemente el reto de organizar en sus respectivas diócesis procesos
sinodales para seguir caminando en comunión, participación y
corresponsabilidad.
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Corazón de la sinodalidad (llamados por el Espíritu Santo a
la conversión);
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Juntos sobre la barca (la conversión de las relaciones);
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Echad las redes (la conversión de los procesos);
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Una pesca abundante (la conversión de los lazos) y
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“También os envío a vosotros” (formar un pueblo de discípulos
misioneros).
En cuanto a los cambios estructurales clave que se
proponen, destacan los consejos pastorales a nivel parroquial y diocesano. El
documento insta a celebrar “con cierta regularidad asambleas eclesiales a todos
los niveles”, buscando además “no limitar la consulta dentro de la Iglesia
Católica, sino estar abiertos a escuchar la aportación de otras Iglesias”.
Los miembros del Sínodo demandan también nuevos procesos de evaluación para el liderazgo de la Iglesia. El documento hace referencia a una “autoridad sinodal”, proponiendo un equilibrio con la autoridad episcopal, a la que se refieren como “irrenunciable” pero “no incondicionada”.
De este modo, propone una revisión de las normas
canónicas “en clave sinodal, que aclare tanto la distinción como la
articulación entre consultivo y deliberativo, e ilumine las responsabilidades
de quienes participan en los procesos de toma de decisiones en sus diversas
funciones”, puede leerse en el párrafo 92.
Indica también la necesidad de establecer requisitos
de rendición de cuentas financieras, medidas de prevención y respuestas al
abuso, así como mecanismos de informes regulares y mayores requisitos de
transparencia.
El documento reitera la unidad en la diversidad
propuesta desde el inicio del Sínodo, sugiere una continua relación entre las
Iglesias orientales y Latina e iniciativas ecuménicas y provisiones para la
adaptación cultural de cada contexto.
También considera una revisión integral de la
formación en seminarios, así como una integración de los principios
pastorales.
El
papel de las mujeres en la Iglesia
Respecto al papel de las mujeres en la Iglesia, el
documento plantea un estudio continuo del ministerio diaconal así como un
aumento de los roles de liderazgo, la participación en la formación del clero y
mayor voz en los procesos de toma de decisiones.
En concreto, el párrafo 60 indica que “no hay
razones para impedir que las mujeres asuman funciones de liderazgo en la
Iglesia: no se puede detener lo que viene del Espíritu Santo”. Afirman en este
sentido que “la cuestión del acceso de las mujeres al ministerio diaconal
también sigue abierta” y que “es necesario seguir discerniendo a este
respecto”.
Mayor
responsabilidad de los laicos
Los laicos adquieren un papel esencial en el
documento final. Los miembros han votado por una mayor presencia en las
asambleas sinodales, “en los procesos de discernimiento eclesial y en todas las
fases de la toma de decisiones”.
También instan a llevar a cabo nuevos procesos de
evaluación y selección de los obispos, una participación más amplia de los
laicos en los puestos de responsabilidad en las diócesis, así como el aumento
de su presencia en los procesos canónicos.
En cuanto a los temas más controversiales, se
remarca la búsqueda de un equilibrio entre la tradición y las necesidades
pastorales, así como el papel de la consulta de los expertos.
Aunque la asamblea del Sínodo de la Sinodalidad ha
llegado este sábado a su fin y el Papa Francisco da “por completado el
camino sinodal”, aún queda por delante una etapa crucial centrada en la
implementación de las medidas acordadas para hacer de la sinodalidad “una
dimensión constitutiva de la Iglesia”.
Entre los puntos más importantes
están: el otorgamiento de más responsabilidad a las mujeres en dentro de las
instituciones y la inclusión de los homosexuales, además de la exigencia de una
reacción inmediata y un cambio de perspectiva ante los casos de abusos sexuales
para condenar a los instigadores y evitar que esto se repita en el futuro.
«La Iglesia es santa pero sus hijos somos pecadores” explicaba el papa
Francisco.
“Muchos jóvenes dejan la Iglesia porque no han
encontrado santidad sino mediocridad, persecución, división y corrupción”
argumentaba el manifiesto del Sínodo. Un documento que reconoce un mundo indignado
con los abusos de algunas personas de la Iglesia. Por eso: “la Iglesia tiene
que adoptar un decidido, inmediato y radical cambio de perspectiva”.
Se desglosan cuatro tipos de abusos:
los de poder, los económicos, los de conciencia y los sexuales. “Hace falta
erradicar las formas de ejercicio de la autoridad y hacer frente a la falta de
responsabilidad y transparencia” manifiestan los obispos. “Las raíces del
desastre” – mencionan – “son el clericalismo y ver el ministerio recibido como
un poder en lugar de como un servicio gratuito y generoso”.
El apartado finaliza con la gratitud
hacia todas las personas que han tenido el coraje de “denunciar el mal
sufrido”. Un hecho que ayuda a la Iglesia a «tomar conciencia de lo que ha
sucedido para reaccionar con decisión” concluye el punto sobre el abuso.
Las mujeres con responsabilidad
“Emerge
entre los jóvenes un mayor reconocimiento y valoración de la mujer, tanto en la
sociedad como en la Iglesia”. Se lamenta, dentro de este documento, “la
dificultad dar espacio en los procesos de decisión y responsabilidad a las
mujeres”. También se propone presencia femenina en los órganos eclesiales y a
todos los niveles de la sociedad, también en los procesos de decisiones
eclesiales.
Inclusión de los
homosexuales
El documento
final del Sínodo de los obispos recomienda favorecer la acogida de los
homosexuales en la Iglesia y no discriminarlos por su orientación sexual. “Hay
que ayudar a todos los jóvenes sin excluir a ninguno; integrar más la dimensión
sexual de la misma personalidad caminando hacia el don en si mismo”.
El Papa
ha expuesto sus conclusiones en una carta que ha enviado en muchos idiomas. Una
carta donde ha querido intensificar tres pasos fundamentales para llegar al
camino de la fe. En primer lugar hay que escuchar. “Hay que escuchar antes de
hablar” argumentaba el santo padre.
Me
gustaría decirle a los jóvenes en nombre de nosotros, los adultos: disculpadnos
si a menudo no os hemos escuchado; si, en lugar de abrir vuestro corazón, os
hemos llenado los oídos
En
segundo lugar, hacerse prójimo. “Hay que hacer, no sólo hablar” explica el
pontífice. “Así lo hace Dios, implicándose en primera persona”.
Preguntémonos
si somos cristianos capaces de ser prójimos, de salir de nuestros círculos para
abrazar a los cuales “no son de nuestros”
Escuchar, ser prójimo y
testimoniar
En tercer
lugar, hay que testimoniar según el papa Francisco. “Cuántas veces, en vez de
hacer nuestras las palabras del Señor hemos hecho pasar nuestras ideas por
palabra suya” pregunta el pontífice. En conclusión, “El más eficaz para llegar
a los jóvenes, a los no creyentes, a nuestro entorno, es nuestro testigo de
vida, no nuestros sermones” explicaba el Santo Padre.
Que el
Señor bendiga nuestros pasos, para poder escuchar a los jóvenes, hacernos
prójimos a ellos y testimoniarles la alegría de nuestra vida: Jesús
La carta de los obispos
“La
Iglesia y el mundo tienen la necesidad urgente de vuestro entusiasmo. Haceos
compañeros de camino de los más débiles. Sois el presente, seáis el futuro más
luminoso”. Así han concluido los 267 obispos la carta final del Sínodo de los
jóvenes.
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