Nuestro bienestar está “bloqueando el camino” el camino a Dios. Para reconocer a Dios hemos de hacer nuestra vida más responsable y solidaria, más generosa y desprendida, centrarla en lo esencial.
Lo esencial
Juan el Bautista lo expresa así: “Pónganse ante Dios
y reconozca cada uno su propio pecado. Sospechen de su inocencia. Vayan
a la raíz.” “Conviértanse a Dios. Lávense de su malicia y comiencen a
reconstruir la vida de manera diferente, tal como El la quiere”.
Esta
es la invitación que encontramos en este tiempo de adviento: Preparen el camino
del Señor. Hoy nosotros podemos convertir esta llamada en un momento importante
para acercarnos al Misterio que celebramos en la Liturgia esta Navidad.
Desde
un aprecio comprometido con los auténticos valores humanos. Atentos a rechazar las
ofertas engañosas ten variadas y atrayentes que nos hacen más difícil acertar
el camino adecuado. Por eso, una crítica sincera de la escala de valores en la que transcurre nuestra existencia. Pero
una crítica que sea efectiva, nada de lamentos, quejas y disculpas estériles.
Nuestra religiosidad no debe ser complacencia en facilismo y el hedonismo sino
estimulo para llegar a lo importante. Feliz Navidad.
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